Por: GUILLERMO MAQUINTOCHE
En ocasiones la vida nos depara gratas sorpresas que aparecen ante nuestra vista, llenándonos de regocijo y admiración.
Un día, inmerso en el rescate de documentos patrimoniales para enriquecer los fondos del Archivo Histórico Pinero, al revisar unos legajos descubro en uno de ellos la fotocopia de un manuscrito en lengua inglesa titulado My life so far, y a continuación el nombre de su autora: Margaret Rice. Lo tomé con mucho cuidado y comencé a leerlo pacientemente. Al terminar creí necesaria la publicación de este documento por su interés testimonial, profundamente humano y por haberlo escrito en la Isla de la Juventud, tierra donde estableció definitivamente un hogar para su familia.
Margaret Peggy Rice llega a la Isla en la década del 30 del pasado siglo, pero llegó por puro azar, no vino atraída por los cantos de sirena de comerciantes inescrupulosos, sino por circunstancias de la vida que la llevaron a “echarse a la mar” con su familia y dejar sus comodidades en pos de un tesoro que, al final, encontró aquí.
Murió en 1992 convencida –y así lo expresaba–, que amar a la Naturaleza es estar cerca de Dios, manifiesto en las plantas, las flores, los pájaros; convencida también de que no le debía nada a la vida. Se fue en paz y realizada, pues logró hacer estas memorias por donde desfilan épocas, acontecimientos cruciales de la historia, personas, circunstancias, ideas y conceptos de gran valor humano que trascienden lo común y son parte de los universales: el amor a la familia, a la naturaleza, a los hombres, a la fidelidad, a la honestidad y a la espiritualidad.
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