Raúl
Torres, el canta-autor matancero que en los 80 irrumpe en el escenario musical
cubano en “grande” –y grande ha sido su estatura musical desde entonces– llegó
a la Isla como
parte de la gira nacional que decidió hacer para estar cerca de un público, el cubano,
que lo tiene como uno de sus ídolos, no de esos banales que hoy saturan el
pentagrama musical con propuestas facilistas y vulgares, de esos ídolos que
consagran la historia de la canción cubana como un producto de alto valor
artístico y perecedero.
El concierto de Raúl Torres tuvo como escenario el patio de la Escuela Vocacional
de Arte “Leonardo Liberta Joy”, escuela en la cual comenzaron a formarse
artistas de la talla de Alexis Leyva, Kcho, Javier Guerra, entre otros, que son
reconocidos internacionalmente, y que hoy continúa haciendo crecer a niños y
adolescentes pineros con aptitudes para el arte. Fue este un concierto íntimo,
cálido, con un Raúl desbordado en su esencia más trovadoresca –a golpe de
guitarra y piano dibujó sus canciones- que satisfizo a todos los presentes, más
de 300 personas, haciendo valer una vez más aquello que sentenció Silvio Rodríguez en una ya antológica Canción de la trova: la
guitarra es la guitarra y sin envejecer.
La estancia de Raúl por tierras pineras marcó también un encuentro con
jóvenes trovadores pineros, Eddy Batista y Marquitos Escalona, ambos miembros
de la Asociación
Hermanos Saíz, que demostró que la trova cubana existe y
existirá mientras existamos nosotros como cubanos y como nación.