BIENVENIDOS



En hora buena, llega usted a Caleta del Sur, un esfuerzo conjunto por mostrar y defender, a toda costa, el arte gestado en este terrirtorio insular. Aquí podras encontrar, artículos, comentarios, poesías, cuentos, críticas y ensayos, así como informaciones y noticias sobre las actividades que realiza la filial de la UNEAC y otras instituciones en la Isla de la Juventud.

Miembros y amigos se han reunido en este esfuerzo para lograr que el quehacer pinero vea la luz, a través de un espacio alternativo y ágil. Quizás usted quede sorprendido ante el asombro de ver y conocer que en una pequeña Isla del Archipiélago cubano, haya una fuente tan vasta de sabiduría y entrega hacia el arte y la cultura, que hoy estamos convocados a salvar.

¡Esperamos de todo corazón que el esfuerzo no sea en vano!



LETRAS EN EL SUR



CONVOCATORIA DEL CONCURSO
Literario  “PACO MIR” 2015

La Asociación de Escritores de la UNEAC, con el coauspicio de la Asociación Hermanos Saíz y del Centro del Libro y la Literatura de la Isla de la Juventud, convocan a la 7ma edición del Concurso literario Francisco (Paco) Mir Mulet inmemorian, que se regirá por las siguientes bases:

1–Se concursará en los géneros de poesía, narrativa, y literatura para niños y jóvenes. Podrán participar todos los escritores del país, sean o no miembros de la UNEAC, excepto aquellos que lo hayan recibido con anterioridad.

2–Cada autor podrá presentar una obra, de temática libre, con una extensión de 40 a 60 cuartillas, en original, a doble espacio, letra Arial 12, bajo el sistema de lema o seudónimo; en sobre aparte se deberán conciliar los datos del autor: nombre y apellidos, dirección particular, carné de identidad y una breve síntesis curricular si la posee.

3–Las obras serán totalmente inéditas y sin ningún compromiso editorial.

4–El plazo de admisión vence el 28 de febrero de 2015. Las obras serán entregadas  o  enviadas a vuelta de correo, para los escritores locales a:

CONCURSO LITERARIO  “Francisco (Paco) Mir Mulet”
SEDE DE LA UNEAC
Calle 37 esq. a 26
Nueva Gerona. Isla de la Juventud
C.P 25100

O al correo electrónico: concurso.pacomir@gmail.com [enviando dos documentos Word, uno con la obra y otro con los datos del autor].

5–Un jurado integrado por destacados escritores del país, otorgará un premio único e indivisible por cada género consistente en diploma acreditativo; así como cuántas menciones estime conveniente. Su fallo será inapelable.
[Los finalistas en cada uno de los géneros serán invitados a participar en la Jornada]

6–Los ganadores recibirán 3000.00 pesos MN por concepto de derecho de autor.

7–El jurado tendrá la facultad de proponerle libros a las editoriales El Abra o Áncoras para su publicación, sin que ello implique un compromiso por parte de ellas.

8–El fallo del jurado se dará a conocer públicamente en la Jornada Paco Mir a celebrarse entre los días 6 y 10 de mayo, donde se le rendirá homenaje al poeta. El plan de actividades comprenderá, charlas, descargas de poesía, encuentro con estudiantes y una Gala de premiación a celebrarse en la sede de la UNEAC pinera a las 8:30 pm el día 9.

10–La participación en dicho concurso implica la aceptación plena de sus bases.
 

 AQUI LA POESÍA DE PEDRO FARIÑAS GRONDONA 
PEDRO FARIÑAS GRONDONA

En el poemario “Ellas, el ojo y la soledad” de Pedro Fariñas Grondona [La Habana, 1957], la mano rueda por el papel, escribe lo que el ojo ve y registra, como una cámara que saca pequeñas fotografías. El ojo que enfatiza la realidad de las cosas. Pero más allá de ese ojo observador que busca una solución espiritual, está innegablemente la magia que el poeta le imprime a la palabra escrita, una manera de convocarnos a la lectura:

ADAN, EVA, ELLA Y YO.
I
Adán amó a Eva y se comió la manzana
inventando el pecado capital.
Nerón quemó a su Roma
declamaba  líricas con la pasión de un enamorado.
Shakespeare se cambió de nombre
y Romeo hace popular a a su Julieta.
El Zar con y la  Zarina recuperan una ciudad
San Pedro en su catedral consagra el gesto
un gremio sin empleo en arrebato y valentía.
Adolfo  murió con  otra Eva
 fue a la guerra sin saber nunca el final.

Hiroshima mon amour es un filme clásico
aunque vimos juntos Vivir por Vivir.
Después el sexo   
vinos no espumosos ni servidos en París
Woody Allen descubriendo en un pequeño
            apartamento                   
 secretos y caricias de un loco
            Denzel Washington
que dispara a todos lados por amor.

II
Las manzanas hoy cuestan caras.
El nombre de Ella no es Eva.
Temo al más mínimo incendio.
No me invento nombres para amar.
La ciudad que camino no es mía.
Odio las guerras como cualquier  ser
            de nuevos siglos.
Nunca he podido filmar una película
ser un director como Woody
Denzel no figura entre mis favoritos.

Adán, Eva, Ella y yo
o Ella y yo
sin Adán y sin Eva
amamos con la simplicidad de los amores
- sin  pecado capital
las grandes historias
titulares de neón o Internet-.
Satisface un beso en la mañana
un repaso en las tardes
    la luz que en tus ojos arde
una comida sencilla
la paz 
una taza de café humeante.

CALLE 39, EL SALÓN  Y ELLA.

La calle se llena de caminos
de hombres y mujeres que vienen y se alejan
como el tiempo
tiempo que  no es nada y es todo
tiempo que marca y desdibuja horas
         días e historias
historias de salones con maderas importadas
grandes pedazos de jamón
cervezas
rones  con hielo
o solo rones
unos ojos mirando a todos lados
unos ojos mirando a todos
unos ojos que ahora busco sin ser míos
unos ojos en foto vieja
unos ojos sin ser otros
unos ojos mirando
ojos perdidos en un hombre
unos ojos en calle 39
calle 39 que despliega desmorias
rencores que se mueven con el polvo
un paso de norte a sur como tantos
y unos ojos en el salón
unos ojos mirando a todos lados
unos ojos
los  de Ella
Ella que prefiere lejanías  y estoy cerca
Ella que es capullito de alelí
Ella que es amapola, lindísima amapola
Ella que es lo que un día fue y no será
Ella en Calle 39
 en el salón
 una foto mirando a todos lados
mujeres y hombres que  vienen y se alejan
como el tiempo
todo el tiempo
aún sin Ella.

VOCES DE OTROS Y ELLA.

Si me dijeran pide un deseo                                                 
Longina seductora, cual flor primaveral                          
acuérdate de abril, recuerda                                                
si  oyes un día la  voz de tu reposo,                                      
preferiría un rabo de nubes                                                 
e igual que los antiguos / errantes trovadores                    
qué más yo quisiera, tan sólo una vez                                 
eleva el  pensamiento a las alturas:                                    
vivir sin tus caricias es mucho desamparo,                          
son las voces de otros que ahora cantan
en la soledad de no encontrar una voz
          para su rostro
rostro de verla cerca
a veces lejos como ave
qué tremenda distancia en breve espacio
el espacio del fin con el comienzo, una llovizna
           que ensucia las calles
las calles de una ciudad donde no puedo pedir un      
            querube
 un  barredor de tristezas
calles pobres de seres sin aliento
mendrugos que se caen
perros sucios
enfermos como el  día y la llovizna
un día más donde las  voces de otros marcan
            recuerdos 
Ella, seductora, cual flor primaveral
 que se acuerda de abril, recuerda
            oyendo la voz de mi reposo
un rabo de nubes que tuvimos
igual que errantes trovadores
queriendo una vez, solo una vez
elevar el pensamiento a las alturas
matar el desamparo de vivir sin las caricias
ser de un ser y de otro ser
una y otra vez
en las voces de otros con Ella.

 OTORGADO PREMIO POESÍA DE AMOR 2012
Mariolis Galeano Maqueira

















Con un tono erótico, desgarrado y desprejuiciado, llega la poesía de Mariolis Galiano Maqueira (Nueva Gerona, 1989). En sus dos proyectos de libros, Aliento de espina y La dicha y otros dolores, se puede corroborar lo anterior. Abrir su puerta es como penetrar a un lienzo que te invita a descubirla. Semidesnudo el viento, nos hace cómplice de su vuelo insostenible, donde cada palabra esconde su silencio, donde cada verso se hunde para perderse dentro del lector. A la deriva pudieran verse los poemas, pero las olas hacen que ellos queden anclados ante nuestros ojos, convidándonos a ver la imagen click: retrato, erotismo, sexo… Comienza entonces el match:      


CARTAS DE AMALIA DE LA  CRUZ
[Premio Poesía de Amor 2012]

I

De pie contra el mundo eres la bandera
adonde acuden desde ruinas y glorias mis recuerdos.
No hay símbolos descritos en éstas cartas
y no hay cenizas en tus huellas.
Estas millas no son suficientes.
Puedo descubrir el calor de tu cuerpo
y cual frutos extraño
por éstas circunstancias.
De pie contra el mundo impulsada por la misma
soledad que me concedes,
envías cartas hechas de satisfacciones
que quitan el hambre y me roban
las estaciones de tu cuerpo.

 II

La distancia lo fue cubriendo todo
Tu placer,
tu placer lento y duro
como las sacudidas de un volcán dormido
hace siglos bajo tierra.
Tu placer,
que ruge al despertar
arranca todos los obstáculos de sus cuevas
arrastra el brillo
desprende espuma.
Ese placer,
que marchó en un bote
placer,
vital, escaso,
y sobre el cuál he escrito
no se cuantos poemas. 

III

Amor mío que estás en estas cartas
mi sonrisa
con tu ausencia se ha desecho.
Amor que estás tan cerca
y éstas tan lejos.
Me sostiene el viento y mi tristeza
y anda enferma la alegría.
“Los besos se me han vuelto telarañas”
Amor mío
la vida no la da Dios
Tú, la quitas
y la pones.

IV

La casa no es la casa
Sino un grande silencio.
Es un puente hecho para el vacío
Es la celebración de una fiesta
de un año perdido
o es,
el periódico doblado.
Le devuelvo a tus cartas
La herencia injusta
que me dejó en los ojos.

V

Sola, que sola la soledad
sin nadie cerca
su vida de ausencia fallece
se empeña en abrazar recuerdos
que la destruyen.
El olvido feroz turbia
Su mirada
Y ella consumida por la prisa
por la espera
es como esa ola que viene y va
y nadie puede ni se atreve
a detener su monótona caída.
Soledad,
¿Cuál es el misterio que aún te sostiene?

VI

El 19 de noviembre
quedan registradas las huellas
de tu nombre
permito marchar tu recuerdo
mis hijos no beberán
mis agonías.
Estrujo con los dedos éstas sombras.
El 19 de noviembre
alumbran los primeros soles
el viento da saltos entre las nubes
y mi hija
da sus primeras quejas
sobre el mundo.
 ¡Ah! botoncito de mi casa
mi alma al oírte bate
al espacio
me hace libre
soledades me quita
dolor me arranca.
Hoy no existirán más
tus cartas
solo si te devuelven conmigo.
“El camino de cada uno
entiende las cuentas que nos tocan pagar”.

LA POESÍA DE LIUDYS

UN AVE QUE GIRA
Liudys Carmona Calaña

Comienzo por la imagen.
Descubro su misterio encerrada en la duda.
¿Cómo pude distinguir su luz entre tanta sombra?
¿Cómo pude sentirlo y ocultar mi grito?
Si al final sus pasos están ausentes.
Sostengo con mi ilusión el hechizo delirante
de ser sobre el mar y la tierra
un ave que gira,
un ave que conoce
los desamparos del viento.

CRUZANDO EN LA MEMORIA

La calle que yo de niña pasaba
tiene los ojos caídos,
cansancio inevitable por no cubrir el sol
que cae sobre su rostro.
Me destroza al ver sus grietas
agonizar sin curas.
y aunque no puedo con el tiempo
que sangra en sus heridas,
vasta con sentir, como late la memoria
al cruzar la calle, que yo de niña pasaba.

VIOLENTA Y PURA

                                          a mi Isla después del Gustav

Cuando el viento abatió tu sencillez
ya dejaba un sendero
con signos de llantos,
llantos y sombras de rojo,
rojo que testigo fue de la fiebre altiva de sus ráfagas.
Como puñal sin sosiego su lengua de temblores
le dio paso al mar, que invadía con su azul costumbre
de interminable antojo de sed,
y tu verde se hizo volador
al despeinar el cabello de la tarde,
mientras la fiera se despide
con tu piel entre sus garras,
y desnuda quedaste sobre las palmas dormidas,
te despertó el canto de tus raíces.
Miles de brazos abotonados a tus venas,
masticaban los escombros
como carne de roble y alma,
alma con eco entre las manos,
manos de aliento sobre la voz
que se eleva en tus colinas
para gritarle al mundo,
que la esencia de tu tierra
es más violenta y pura.

MENSAJE QUE PROMETE ESPANTAR LA TRISTEZA

Canto que la imaginación descubre,
mensaje que promete espantar la tristeza,
en torbellinos que se pierden sin timón al viento.
Luciérnagas que atraviesan en instante,
la oscuridad de las madrugadas
que se apagan sin nombres.
Silba silba silba y canta.
Que las flores son linternas
Y desvisten las pupilas
que se albergan en mis ojos
y penetran palpitantes en las páginas del llanto
donde el despertar detuvo con su flecha
los destellos amarrados con estrellas en el viento
Silba silba silba y canta.
Hazme dormir hasta que vuelvan inesperadas las ansias.
Viviré mi locura de creer que soy hoguera inextinguible
que vaga por la niebla,
quiero sentirme flotar por siempre
en la inmensidad del cuerpo
y si al final envejeciera el universo de mi mundo.
Silba silba silba y canta.

Por José A. Taboada



Para Liudys Carmona Calaña, (Manzanillo, 1974) la poesía tiene otra magnitud y connotación. La casa como centro creativo; la casa imagen, espacio, verso; la casa contemplación y misterio. La casa isla–habitada, sendero que señala y me guía hasta encontrarla allí, observando el río que está al fondo de su casa o respirando el olor del mangle y la madera. Trabaja Liudys en labores hogareñas, prepara el almuerzo y deja la mesa servida, para que se apetezca y se deguste la sazón de su poesía. En uno de sus proyectos de libros, que bajo el título La voz de una palabra, ella nos pretende extender cada palabra más allá de su significado, propone un lenguaje claro y sencillo, que lleve al lector descubrir, que en cada una de esas palabras está ella, mucho más allá de su propia cotidianidad. Ya que la línea que traza entre lo que ve y escribe determina, en gran medida, su conducta humana:

[…]
Ansiosa,
como la espuma
que en instantes se desvanece.
Lleno de estrellas mis bolsillos
y acecho sus pasos
queriendo huir con él,
hacia lo más profundo
hacia donde estalle la inocencia.
Yo sabía que me escuchabas,
inventé un poema
para mostrarle mi voz,
y prometió cubrirme con su azul
después que las estrellas
dejaran de ser luz en mis bolsillos.
[…]
Después del naufragio,
ya no era más la niña
que acariciaba las olas.
El mar se apoderó de mí
me venció con su luz
cuando reveló mi imagen.
[…]
No era un espejismo
no era temor a verme reflejada
era yo,
que amanecía con el corazón
al aire libre
escondida en el musgo verde–azul
con las algas brotando de mi piel.
Y nada supe entonces.
Solo que yo,
era la mar.
[…]
                          Delirios
___________________________

LA OBRA INFANTIL DE ELENA CORUJO

Elena B. Corujo Morales. (Mayajigua, 1958). Licenciada en la especialidad de Español y Literatura.
Poeta y narradora para niños y jóvenes. Ha recibido diferentes premios y menciones, entre los que sobresalen: mención en el concurso «Heredia», 1984; premio «Waldo Medina» 1997. Tiene publicado “Isla de Pinos: Tesoros y leyendas”, 1994; “Garabatos y palomas”, 1995; “Coralita querida”, 2001; “Al pon mundo se juega así”, 2003; y “Dicotomía”, 2005. Trabaja como directora de programas en el Telecentro Isla Visión.



CORALITA QUERIDA
Coralita Querida:
Cumplí contigo. Prometí que no lloraría y no lloré, ni siquiera cuando tu taxi se perdió por la esquina de la "Joven China" tú dijiste que seríamos como los mosqueteros y los mosqueteros no lloran cuando uno tiene que irse.

Hoy hace una semana que estoy enferma. Mi abuela Carmita no sabe qué hacer. Se la pasa dando vueltas y a cada rato me trae algo distinto, platanitos, caramelos, las cosas que más me gustan. En estos días a ella no parece importarle que yo esté demasiado gorda ¿ sabes que me da un poco de lástima? es que a mi abuela lo que más le gusta es pelear y desde que estoy así no pelea. Hasta mi hermanita, que tú sabes cómo es, me dio su huevo frito del almuerzo y me prometió que no diría nada de lo del niño de la bicicleta, el de los papelitos, no ha dejado de mandármelos, solo que ya no los leo, los voy guardando debajo de la almohada para cuándo me entren ganas de leerlos.

A mamá la oigo hablar con el médico nuevo del vozarrón, es un médico que llegó al barrio y le ha dado por cambiarlo todo, hasta a mi mamá. Tiene un vozarrón que parece que va a temblar la tierra. Lo escuché decir algo de no sé qué crisis que yo tengo. me asusté mucho, Coralita y me puse a llorar porque yo no quiero morirme. Fue tanto el miedo que me tapé la cabeza con la colcha y cuando me desperté me estaba ahogando. Había un fuego muy grande, sangre y fiebre. No, no te asustes, era una pesadilla, pero lo de la sangre y la fiebre si es verdad ¡tremendo susto ! la voz no me s alía cuando quise llamar a mamá , pero mamá estaba allí y mi abuela Carmita, luego el médico nuevo del vozarrón y estuvo hablando bajito con ellas. Mamá me dijo muy seria que ya era una muchacha, y parece que no era tan grave nada porque abuela se rió y aseguró que eso le pasaba a todas las niñas y que había que ponerse contenta ¿contenta? Bueno...ella sabrá. Yo no lo estoy. No puedo cruzar la cerca del patio para ir a contártelo.

Bueno, era eso. Solo quería contarte que ya soy una muchacha.
Como los mosqueteros
Emilia.

Coralita Querida

De la cama me levanté ya porque qué es de andar remoloneando con tanto sol lindo y tantas flores, eso me lo enseñaste tú ¿te acuerdas?

Esta mañana crucé la cerca y fui a tu patio, fui a buscar flores de colonia para lavarme mi pelo de muchacha, ahí estaba la perra de Cristino echada en la puerta. La tierra es taba tan húmeda, tan rica, que me quité los zapatos para andar descalza igual que hacíamos siempre después del aguacero..."Andar descalzas en el fango , es hacerse hermana de la tierra y ayuda a crecer" ¿ también te acuerdas? yo voy a crecer como un árbol grande y fuerte, quiero ser una ceiba con flores de maravillas y olor a colonia, tendré campanitas moradas que se abrirán en las tardes, y también en las mañanas, aunque el sol esté afuera, y ¡que la luna se muera de envidia! Sí, porque dice la señora Aurora que las maravillas se cierran en las mañanas por una maldición que le echó la luna, la luna es muy celosa, y como las flores de maravilla son tan bonitas, el sol se ponía en salsa con ellas. Yo no se nada de maldiciones , pero si de maravillas, y te aseguro que son muy pícaras porque se las arreglan para estar abiertas unos minutos en la mañana y hacerles una seña discreta al sol. Bueno, quedamos en que sería una mata de ceiba con flores de maravilla. . Cuando las trenzas me crezcan me aré un par gordas y brillantes como las de la niña que vive ahora en tu casa ; se lama Maritza ¿sabes que camina de espaldas? le dije que podía quedarse enana, pero no me hizo caso, se echó a reír y salió corriendo para tu casa, o lo de ella. Yo me quedé mirándola cuando se perdió por el trillo de las colonias. Iba agitando sus trenzas y me acordé de ti, ni se porqué, si ustedes no se parecen en nada.

Bueno, un beso. Así le dice mamá a Filó, la manicuri, cuando se despide, a mí me parece un poco raro, porque los besos se dan, no se dicen...pero, como ya soy una muchacha, hay que fijarse cómo hacen las cosas las personas mayores, otro beso

Emy.

Coralita Querida:

Ayer se casó mi mamá. Se casó con el médico nuevo del vozarrón, el que lo anda cambiando todo. Yo sabía que iba a pasar porque mamá volvió a ponerse linda por las tardes, sin que papá avisara que iba a venir. Yo no quería que se casara, pero yo qué iba a hacer. Ellos lo tenían todo muy planeadito, y si se casaron por qué no esperaron hasta las vacaciones y así nos íbamos todos de luna d e miel. No sé qué gracia tendrá eso, mi mamá y el médico nuevo del vozarrón se rieron muchísimo. Ya no puedo decirle el médico nuevo del vozarrón, ni siquiera el médico. Ahora mamá quiere que le diga papá, pero se va a quedar con las ganas, mi papá es el que vive en Cienfuegos, aunque venga cuando se acuerde y no se acuerde nunca. Mi hermanita si es una guatacona, le dice papito y se sienta en sus rodillas. Mamá también anda con eso de que tengo que ser menos arisca y de que no le estropee la buena suerte, ahora la buena suerte se llama Orestes.

Yo no quería pensar nada hasta que mi abuela Carmita no dijera la última palabra, aquí es ella quién siempre dice la última palabra. Se demoró unos días pero ya la dijo y ahora tengo que pensar. Se paró delante de mamá derechita y lo soltó todo de un halón - mira, Esther ¿ tú quieres de verdad mi opinión? ese cabezón tampoco es hombre parea ti.

Mamá refunfuñó y lloró un poquito, pero ya sebes cómo es mi abuela, terminó diciendo que mi mamá le daba cuatro vueltas al tal Orestes y yo terminé riéndome, porque el tal Orestes es un poco cabezón de verdad.

Mamá siempre le ha hecho caso a mi abuela Carmita, pero esta vez se casó. Se casó y se fue de luna de miel sin nosotros. Es verdad que se veía linda con aquel vestido blanco y su velo de tul. Mi abuela y la señora Aurora le aclararon que las mujeres divorciadas no se casan con velo, pero como eso es complicado de entender, ella no lo entendió y se puso el velo.

Mamá está muy cambiada, Coralita. Es la misma mamá, pero no, no es la misma nada. Me gustaba más cuando se ponía a oír sus boleros. Ahora todo es Orestes, y es o no le va a gustar a Orestes ¿ a mí qué me importa lo que le guste o no a Orestes? Delante de los demás le digo Orestes y le doy las buenas noches, pero cuando estoy sola o cómo ahora hablando contigo, vuelve a ser el médico nuevo del vozarrón, no sé qué viento equivocado lo trajo por esta casa, si por lo menos estuvieras aquí, si fuera de nuevo como antes y solo tuviera que cruzar la cerca. sí, ya se, prometimos no hablar nunca de eso. Está bien, te seguiré escribiendo todos los días, o casi todos. Cuando me pasen cosas buenas te las cuento, y cuando sean malas también, aunque pensándolo mejor ¡Lagarto, lagarto! ¡Ojalá que no sean malas!

Te quiero mucho y siempre,
Emilita.
_____________________________________

JOSÉ ANTONIO QUINTANA VEIGA [Santiago de Cuba, 1947] Narrador, investigador y profesor universitario. Licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad de La Habana. Ha recibido por su obra diferentes premios y menciones. Entre sus publicaciones más destacadas se encuentran CENA PARA CUATRO, EL PRECIO DE LOS ZAPATOS, CANDANGA y la novela CALLEJERA. Es miembro de la UNEAC en la Isla de la Juventud.
CENA PARA CUATRO

Una mujer de unos treinta y tantos está llegando a su casa. En su mirada, de obstinación, un problema de apariencia aritmética brilla ora en una pupila ora en la otra. Es una mujer bella, de carnes sólidas, que taconea al ritmo tremulante de una vida trastocada de “Oda a la alegría” en “Novena Sinfonía” con un “Son entero” ( gracias a Dios), que le perfuma el aliento y le endulza el paladar. Es una mujer inteligente de grupas hermosas, que pudo, puede, pudiera vivir encristalada si se diera a la concupiscencia con la misma pasión que se dio al amor y al trabajo. Quizás entonces no estuviera llegando a su casa sino al paraíso, o al rincón de los pecados sabrosones, envuelta en ricas telas babilonias, con el alma fundida en oro puro y un saco de principios morales (desacreditados por el posmodernismo), engarzados como joyas en las comisuras de sus partes húmedas a manera de trofeos de guerra conquistados a sangre, sudor y lágrimas de placer. Una mujer que hace sufrir a los viejos, a los locos y a los brutos, sólo con su presencia. Una mujer con una voluntad de hierro y un carácter envuelto en alambre de púas afiladas para el contexto, que la preserva de males pero la aleja de bienes con una equidistancia milagrosamente exacta. Una mujer nacida y criada en cuna de hierro y entrenada para la vida como si la vida fuera un combate entre gallos finos. Una mujer que sólo se echa boca arriba para convertir sus veinte uñas en cuchillos de deshuesar, que mata una esperanza aviesa sobre su sexo de un tajo oral a media voz, que liquida una pretensión lujuriosa con una mirada de desprecio en dosis para matar elefantes.
Un hombre está pensando en esa mujer, un hombre que la ama y que la teme como a un vicio letal. Uno que usó ropitas azules, amamantado hasta más acá de la prudencia; que defiende sueños irrealizables a ojos vista. Uno de fe total, que devino comunista por destino manifiesto en el oráculo privado de sus progenitores, quienes le incrustaron las cualidades humanas imprescindibles a cincel puro, a ejemplos puros, y alguna que otra vez a bofetadas puras. Un hombre que entendió a Kafka a los doce años y que predijo, parado firme en la primera nota musical, que los Beatles partirían la historia de la música en dos. Un hombre que llora en el cine, que cargó dos kilómetros a su amigo muerto en Angola para que no se lo comieran las hormigas, que soporta semanas de hambre para regalarse a sí mismo una dignidad que le gana todas las carreras por una cabeza y que, sin embargo, nunca supo si el orgullo lo venden en la farmacia o en la carnicería, o quién sabe dónde. Un guerrillero alienígeno habilidísimo para meterse en líos ajenos pero inepto para salir de ellos, que sobrevive de puro milagro, para asombro de sí mismo y de su mujer, la pobre, que se la pasa sacándolo por los pelos de un problema tras otro.

Dos niños esperan a la mujer sentados en el suelo frente a un televisor gris, en el que, más que ver, hay que adivinar las imágenes. Ella, la niña, seis años, rubia de grandes ojos café, exhala ternura por los cuatro costados, menos por el cuello y las axilas, donde el churre le tapona los poros. Una joyita tallada a mano con olor a monte; una muñeca de peluche oro, jíbara como la madre que la parió; una criatura de inefable belleza que en sus dos últimos añitos acumula un expediente con dos expulsiones de círculos infantiles y dos de escuelas primarias, negociadas a sotto voce por sus padres y ex-maestros para evitar un escándalo inconveniente para el prestigio social de todos. Una rubita privilegiada por la naturaleza en encantos femeninos, a la que los varoncitos del barrio temen más que al “coco”, por su infalible puntería con las piedras y otros objetos rompecabezas que ella suele usar ante cualquier sospecha de abuso con su hermanito mayor. En fin, una niña de apariencia encantadora que “inexplicablemente” los otros niños de su edad y mayores tratan de usted. Pionera, jefa de un destacamento al que los jefes de mayor jerarquía prefieren considerar como una República Independiente para evitarse encontronazos con la “Rubita de acero”. Él, el niño, ocho años, trigueño de ojos grandes y bellos como los de la hermana, pero de mirada apacible. Especialista ya en apagar los fuegos que enciende su hermanita a toda hora y en cualquier parte; aplicado, respetuoso del derecho ajeno y con los mayores; obediente a las órdenes que le da todo el mundo en la casa, pero digno y valiente, sufrido y admirable, maltratado y querido. Sin embargo, niño al fin, juega a las bolas, a la pelota, al volleibol, al fútbol y se unta de tierra como a propósito. Tiene a su hermanita tomada de la mano y de vez en vez le explica el significado de las palabras “raras” que dicen los del televisor.

"Hay días en Cuba en los que una quisiera ser extraterrestre, para subir a la nave, arrancar los motores e ir a parar a casa del carajo. Como fue el mismo día de tu cumpleaños, que ni siquiera te pude enviar un telegrama. Te lo cuento en detalles, para que veas que no exagero. Ese día tuve que dar seis horas de clase a una pandilla de adolescentes que se creen que la época del relajo es inminente y pretenden hacer los ensayos en mi aula . A veces, en los momentos malos, siento que mi propia pretensión de enseñarles algo es una ilusión sin fundamento. Llegué a la casa cansada como una mula de carga y me encontré a los muchachos solos, sin bañarse y pidiéndome que les sirviera la comida desde que me paré en la puerta. Les dije, medio en broma y muy en serio, que yo era su mamá, no su cocinera. Dianita, cuya lengua se ha endurecido considerablemente desde la última vez que tú la viste, me respondió: “Las mamás son las que tienen que cocinarle la comida a los niños, porque en las casas no hay cocineras como en la escuela”. Le pregunté, creo que con demasiado soberbia: “¿Y los papás no? No entendió la ironía, o me la pasó por alto, pues replicó, exagerando a propósito el tono ingenuo, como tú sabes: “Los papás siempre llegan tarde”. Para colmo de desconsideración, y de desfachatez, me aconsejó que me apurara, porque iba haber apagón, el cual, como todos los días, no se hizo esperar. Yo no recuerdo si a esa edad yo era tan atrevida contigo. Probablemente sí, pero supongo que las circunstancias entonces no eran tan dramáticas. De todas formas no me sentí con derecho a ensañarme con ella. Le di el beso cotidiano y seguí mi camino rumbo a las obligaciones. Puse mi papelería docente en cualquier parte, me quité todo lo que pude de encima sin traspasar los límites del pudor y entré a la cocina. Acopié lo que tenía para cocinar y lo puse sobre la meseta; a saber: seis papas, dos boniatos medianos, una latica y media de arroz, cuatro cucharadas de aceite (camuflado en un pomo de benadrilina infantil para que las pirañas que estoy criando no se lo unten al pan), una col y media libra de picadillo de soya. Ahora me estoy riendo, porque los cubanos somos geniales. Cuando apareció la neuritis, el tipo más repudiado que teníamos a mano era el picadillo de soya, y a él le endilgamos la enfermedad. La ocurrencia pudo haber sido de cualquiera en una parada de guagua, pero el gobierno tuvo que hacer una investigación exhaustiva para demostrar que nada tenía que ver una cosa con la otra. Nuestros periodistas, que pecan con harta frecuencia de ingenuos, orquestaron una campañita para convencer a la gente de que la soya con carne se consume en el mundo entero. Es cierto, la diferencia es que en el resto del mundo se la comen cuando les da la gana. Además, el mejunje no pasa por el proceso diabólico al que lo someten aquí. Fíjate tú: el especialista en alimentos le hace una propuesta al gobierno y le lleva una muestra, Fidel lo prueba y lo encuentra bueno y le da vía libre; el tipo del matadero le quita un poco de carne y le agrega soya y sangre para que le sobre “algo” que necesita llevarse para su casa. Ya no es tan bueno, pero sigue siendo aceptable. El distribuidor lo bautiza por la misma razón anterior, el carnicero, como quien cambia de religión, lo vuelve a bautizar y le agrega sal para buscarse un menudito. En fin, que lo que uno compra es una replica bastante falsificada de la mezcla original, y esta sabe a trapo sucio. Muchas personas incluso lo lavan bajo la pila para devolverle algo de su sabor original, pero se les queda en la mitad o por ahí. A mí no me gusta, pero mi marido y mis hijos comen cualquier porquería. Yo creo que cuando están comiendo no respiran ni saborean la comida. Bueno, te sigo contando lo de aquel día. Me senté en la banqueta y medité detenida y profundamente sobre la manera de convertirlo todo en una cena decorosa para cuatro. La penumbra consustancial al apagón me ayudó a concentrarme. Con un poco de puré de tomate podía confeccionar un menú casi dominical: picadillo a la habanera, arroz blanco, boniato frito y ensalada de col. Pero no tenía puré de tomate. Recordé que, cerca de la parada del camello, había visto a alguien vendiendo puré de tomate en botellas del tipo CAME, aunque a un precio desalentador: veinticinco pesos. Demasiado para nuestras deprimidas finanzas. Además, tampoco tenía grasa suficiente para freír los boniatos. Cambié el menú. En definitiva no era domingo. Ni siquiera sábado. Se me ocurrió que un arroz con picadillo, boniato hervido y puré de papa, adornado con tiritas de col, se acercaba más a la realidad. Sin embargo, cualquier mujer entrenada por ti en la cocina sabe que un arroz con picadillo sin puré de tomate y poca grasa es un plato infame. Entonces me paré de mi banqueta de las meditaciones y registré mi monedero, a ver si por casualidad el dinero me alcanzaba para comprar la susodicha botella de puré de tomate. No me llegaba a los veinte pesos, y sólo andábamos a mitad de quincena. Podía pedírselo prestado a mi vecina, pero, como tú sabes, en tiempos de crisis una necesita un préstamo cada diez minutos, y ese es un camino expedito al infierno. Lo mejor era seguir meditando, así que regresé a mi banqueta y rehice el menú. Fue precisamente en ese intervalo en el que sentí un arrebato de intolerancia por el hecho indiscutible de que mi familia era occidental y no asiática. Si hubiésemos sido chinos, les hacía un arroz blanco empelotado, como para comer con palitos, y les sancochaba las viandas. Luego un jarro de agua con azúcar prieta bien fría, y a dormir. Mami ¿A ti no te gustan los chinos?”

El hombre que la ama y la teme llega en el momento justo, enguayaberado y con cara de cumpleaños, besa a los niños, los abraza y se echa al suelo a discutir un chisme sobre una ventana rota de una pedrada en la casa de la esquina. El bodeguero juró por su madre que fue la rubita; la rubita jura por su madre que ella no sabe nada de ventanas rotas y que “hace días” no tira piedras. La madre, desde la cocina, protesta y le exige que no la coja para tapar sus mentiras, y de paso le aconseja que jure por su abuela paterna. El padre mira al niño, el niño mira a la rubita, la rubita endurece la mirada y le pregunta: “¿Tú me viste tirar piedras hoy?” El niño dice que no, que no la vio. El padre se mete entre los dos para neutralizar la mirada amenazadora de la rubita y repite la pregunta: “¿Fue ella, o no fue ella?” La rubita rodea al padre, mira al niño y le dice, dura: “Díceselo, anda, díceselo”. La madre, aguantando la risa, la enmienda desde su rincón: “Díceselo, no, burra. Dícelo“. El padre la carga, le retiene la divina cabecita contra su pecho para evitar que mire al niño y repite la pregunta. El niño, a pesar de la protección, repite su respuesta ambigua: “Yo no la vi”. El padre, sin perder la paciencia, aclara que no es eso lo que pregunta. Sólo quiere saber si fue ella o no. El niño, ya no por miedo sino por lealtad, se decide a proteger a la hermana y a terminar con el interrogatorio: “Todos tiramos piedras, pero cuando se rompe algo, siempre le echan la culpa a Dianita. Ella no fue. A lo mejor fui yo”. La última frase le sale compungida y el padre se conmueve y los abraza a los dos. En la confusión del abrazo, la rubita, agradecida, le da un beso clandestino al hermano. La madre entra a la sala, se suma al abrazo y anuncia, con ganas de llorar: “No hay gas para cocinar, ni agua para bañarse”.

“Cuando llegó Pedrito, me decidí a comprar la botella de puré de tomate para el arroz con picadillo. Antes, pelé los boniatos y los lavé con el agua de tomar (en la pila no había). Cuando los puse en el fogón, me enteré que tampoco había gas. ¡Ay, mami, que ganas de llorar sentí! ¿Te imaginas una casa en el centro de La Habana, a las siete de la tarde sin electricidad, sin agua y sin combustible para cocinar? Pedrito estaba en una de sus sesiones de Educación Para La vida con los muchachos. Tú no lo creerás, pero tu yerno es un maestro formidable. Se agarra de los hechos más inverosímiles para inculcarles las mejores virtudes humanas. Ese día le tocó el turno a la lealtad. Entre mis hijos ha nacido una linda amistad; se protegen el uno al otro con una lealtad admirable y ello es obra de su padre. Yo les eche a perder la felicidad con la mala noticia de que no iba haber comida. Pedrito, con esa ecuanimidad increíble que tiene, salió por el barrio a gestionar un poco de kerosene. Los muchachos me ayudaron a cargar agua de la cisterna de una vecina, que siempre la tiene llena porque es la querida del director de comunales del municipio. Gracias a ella, y a ello, los de la cuadra tenemos esa reserva permanente de agua potable. Mientras Pedrito buscaba el combustible, bañé a los muchachos. ¡Dios mío, mami, mi hija, por el churre que suelta, parece que trabaja en las alcantarillas o en las carboneras de un vapor! ¡Es tan linda y huele tan bien acabada de bañarse! El baño les exacerbó el hambre y se pusieron a gruñir y a gimiquiar como los perritos recién nacidos para molestarme. De todas formas, tenía miedo de que se me durmieran sin comer, así que les soporté la ocurrencia. Pedrito regresó casi una hora después sin nada. No era extraño, todo el mundo estaba en la misma situación. ¡Ay, mami, qué tristeza me dio ver a mis hijitos dormirse chupándose los dedos por hambre! Entonces recordé que tenía un vaso de leche en el refrigerador. Le eché media tonelada de azúcar para reducirle la acidez, que ya se le notaba, y desperté a Dianita. No la quiso tomar. Dijo que estaba babosa. No sé qué decirte, pues aún no he podido precisar cuál es exactamente su concepto de baboso, pero creo que tenía razón. Me desesperé un poco y creo que hasta se me salieron las lágrimas. La abracé fuerte y le supliqué que se la tomara sin respirar. Pedrito me ayudó con su autoridad, pero se negó aduciendo la misma razón. Entonces ocurrió: ¡me dijo que le diera la teta! ¿Te imaginas? Le expliqué que las mamas sólo tienen leche cuando los niños nacen. Replicó, con su candidez natural, que si tenía, pues días antes ella me había chupado una teta mientras dormía y le había sacado leche. La perplejidad me anonadó. Pedrito me recordó el legrado tardío que tuve que hacerme dos meses atrás, y esa podía ser la explicación también de la ardentía en los pezones que estuve padeciendo. Me desnudé hasta la cintura, cargué a mi niña como cuando era una bebita y la dejé mamar a su gusto ¡Ay mami, qué sensación de felicidad sentí! ¡Por primera vez desde que fui señorita me alegré de tener los senos grandes! Tenía tantas ganas de dársela, que la satisfice sin esfuerzo. Pudiera jurar que hasta la sentí fluir por mis venas. Cuando no quiso más se durmió y la acosté. ¿Sabes qué se me ocurrió? Darle también a mi varoncito. Lo consulté con Pedrito y me respondió con una caricia y un beso. Me acosté a su lado, le puse el seno en la boca y mamó sin despertarse ¿Eso es natural? ¿No estábamos siendo testigos de un milagro? Yo no creo en milagros. Era mi leche y era mi hijo hambriento, y yo tenía tantas ganas de alimentarlo, que debo haber provocado un retorno a los instintos consustanciales. Luego Pedrito me obligó a tomarme el vaso de leche azucarada, así que sólo se me estaba quedando él sin cenar. Mami, tú quizás no me creas, porque siempre me acusaste de ser fría y desenamorada, pero yo amo tanto a este hombre, que a veces quisiera ser su madre para no perderlo nunca. ¿Sabes qué? Le propuse que tomara él también de mi leche. Me dijo que un sorbo de leche no podía quitarle el hambre, pero quizás satisficiera su necesidad exacerbada de amarme y la mía de amarlo a él ¿Tú sabías que una mujer se puede sentir hembra y madre al mismo tiempo? ¿Alguna vez tú pudiste mezclar en un mismo instante el amor sexual y el maternal? Yo sí, aquella noche. Jamás me sentí tan amada ni tan amable ¡Todo el amor, el de más plenitud, el amor total, en un día que parecía terrible! Me siento muy realizada, mami, y ello se lo debo al Período Especial" .

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IAN RODRÍGUEZ PÉREZ (Las Tunas, 1973). Poeta, narrador y crítico literario. Miembro de la UNEAC y de la AHS. Graduado del 8vo Curso de Técnicas Narrativas del Centro de Formación Literaria “Onelio Jorge Cardoso”, es miembro de los Consejos de Redacción de las revistas Ariel y Calle B y de los Consejos Editoriales de Ediciones Mecenas (CPLL) y Reina del Mar Editores (AHS). Ha publicado los cuadernos de poesía Velas en torno al corazón demente, 1997; Agudos del silencio, 2000; Cambiar las formas del sueño, 2003; Nocturnidades, en el 2007 y Esta costumbre de soñar lo mismo, 2009. Textos suyos aparecen en varias antologías: Mágica Isla II, Donde el horizonte prohíbe lejanías, Arenas movedizas, Sueños deformados, Liminar, Cuerpo sobre cuerpo sobre cuerpo, Los parques, Silvio: te debo una canción, Como el aire en las orejas y en varias publicaciones periódicas, entre las que se destacan: El Caimán Barbudo, Ariel, El Arabe, Calle B y Umbral. Actualmente es el Director del Centro de Investigación y Promoción Literaria “Florentino Morales”.
Ian, fue uno de los animadores del movimiento poético pinero en la década de los 90 del pasado siglo. Recientemente tuvimos la visita de este poeta a tierras pineras, donde nos dejó estos textos para compartirlos con ustedes.

CANSADO DE OBSEQUIARLE A LA MUERTE TODAS MIS CANCIONES

aburrido de haberle cantado tanto,
ruego me escuches con detenimiento
pues jamás había osado esgrimir una revelación de esta índole,
nunca más atinaré a esbozar una confesión de esta naturaleza:
muero si no estás. Muero si no estás, desfallezco,
y son cómplices de mi dolor los muelles y los océanos,
los barcos que el tedio hunde, los desorientados
que naufragan porque no hay faro ni estrellas
para iluminar el destino y el desánimo que les acontece.
No permitas que esta sea la balada que sobrepuje mi desesperación,
autorretrato del retraído, antiheroico abrumado por la sociedad,
ex combatiente en las trincheras de sus vísceras.
No dejes que me ajusticien en los convencionales patíbulos
                                                                 /del sentido común,
hace tiempo que mi sombra anda buscando
dónde sepultar de una vez lo poco que me queda de luz.
Zafarse la corbata, desprenderse de la ajustada chaqueta que es la vida
ha venido siendo su obsesión y tú no ignoras,
tú sabes cuántas veces he pretendido besar los labios de la noche
                                                                  /con extenuado fervor.
Tú sabes cómo se deja dominar mi sombra por la voluntad ciega
de vivir en las dimensiones en las que ya nadie puede distinguir
quién es o no el muerto.
No es fácil vivir como un fantasma de ataúd en ataúd,
buscando donde poder ajustarse uno el cuerpo
porque se hacen imposible el abandono y el olvido al que me condenas
cuando se anuncia la aborrecible extensión de mi nombre
y yo no sé que dolor resulta más insoportable:
si la desvergüenza que se erige desde la otra orilla
o la indiferencia a que me aventuras,
embarcación a la deriva para toda la eternidad.
Las aves de la desolación la emprenden,
se ensañan contra mis corroídos mástiles,
aves de rapiña son ahora mis propias palabras,
y tú te desentiendes de ellas, te desentiendes también
de la amargura que hay en mi silencio.
Haces que el color de mis velas
asuma el del fúnebre abismo que es ahora mi entierro nacional.
Te sitúas del mismo lado de los que al verme pasar dicen:
“cuánto desperdicio, ahí va el ejecutado”,
y despedazan tanto la inutilidad de mis canciones,
como al desafinado violín que a ti entregué
para que me hicieras desentonar feliz y bebido,
embriagado con ese ardor que hay descomunal en tus ojos
y que me han hecho perderme, enajenarme
en los inconmensurables bosques de tu cuerpo adolescente y febril
que me devolvió a la vida
después de haber sido atropellado sin piedad
por los avatares del destino.
Arremetes contra mí como si no creyeras en la fuerza del amor.
No puedo entender que tú también compartas la absurda idea
de que uno ha de aferrarse a los aborrecibles acantilados del matrimonio.
No puedo entender que tú me abandones como solemos abandonar,
a la manera en que comúnmente solemos desentendernos
de la estación de ferrocarriles donde se erigió nuestra infancia.
No me dejes solo, no me hagas sentir tan vil
en el escarnio de lo convencional,
frente a un vocabulario contra el que nada pueden solos
ninguno de mis poemas espadas.
Aterido, como una campana sin badajo,
como una cúpula sin palomas,
si me dejas así, tendré la certeza de que Dios
no ha existido nunca.
Vivir sin ti no tiene sentido,
te lo digo hastiado, cansado de estarle prometiendo
a la muerte
todas mi canciones.

SI YO MISMO HE DE MITIGAR EL DOLOR DE MI EXISTENCIA

¿Por cuál incomprendida sinrazón?
¿En qué oscuros recintos de mi inhabitual júbilo
me abandonará la luz? ¿Acaso también he sido condenado
a ser el paria del futuro? ¿Tendré que degollarme
para no ser un espectro? ¿Admitir que me ajusticien
en los patíbulos y sacerdocios del silencio y la costumbre?
Estoy dispuesto a compartir
la tremenda insatisfacción de los muertos.
No resulta aborrecible para mí
la idea de no tener que esperar a una revelación
para terminar crucificado a los pies del mundo.
Si yo mismo he de mitigar el dolor de mi existencia,
ya sabré amueblar mis restos sin conmiseración
ni dilataciones preestablecidas:
hace tiempo que el olor a tumba
me seduce con la misma intensidad e intriga
que despierta esa mujer
que ahora apaga el cigarro,
frente a mí, sin estupor ninguno.

FURTIVA BALADA DE LA CERTEZA

Te aseguro que hay algo tan claro
como esta historia de los cuerpos nuestros,
la melodía furtiva que de esta manera desentona:
“si muero ya no te conozco”.
Te aseguro que tus manos
regresarán de una arbitraria tierra,
buscarán discernir aquello que nunca intuyeron:
lo que era una mirada
o lo que aparentaba la belleza de esos ojos
o mejor de esas piedras que me condenan a la ausencia
como dos gotas de agua, esfumándose,
como dos perlas resguardadas de mi egolatría.
Te aseguro que desde entonces tengo
una apacible vida de sombra,
con todo el infortunio del mundo
viendo por mí, asombrándose,
acostumbrándose a la perplejidad propia de los ángeles
cuyo lenguaje desconozco, resulta imprescindible iniciarse
para comprenderlo.
Y encima de todo este amor
como un animal desnudo, dejándome desprovisto.
Te aseguro que la desesperación no tiene alas,
ni el amor tampoco.
No tienen rostro, no hablan,
y yo no me muevo. No puedo moverme.
Ya no me encuentro en tus ojos, ya no le canto
a tus guijarros enmohecidos.

FRAGMENTO DEL LIBRO

COORDENADA PERFECTA: UN MAPA POETICO EN BUSCA DE IDENTIDAD
de José A. Taboada.

También en este grupo se encontraba Ian Rodríguez (Las Tunas, 1973), quien comenzaba a andar con pasos agigantados por el mundo de la fabulación y la imagen. Publicó varios poemas en antologías como Donde el horizonte prohíbe lejanías y Sueños deformados, luego vieron la luz sus libros personales Velas en torno al corazón demente, Agudos del silencio y Cambiar las formas del sueño. Ian, desde un primer momento, comienza a ver sus textos con otros ojos, comienza a gritar; tan fuerte fue su dolor, que le dejó cicatrices difíciles de cerrar; tatuajes en el alma. Así veo al hombre–poeta lleno de inquie-tudes, con muchas cosas que decir. Pero Ian, no se conforma, es un constante buscador de la verdad como los buenos honestos y comienza a ser diferente cuando cree que una palabra es capaz de cambiar el mundo. Su poética radica en mirarse para sí, reflejando sus estados de ánimos, el amor de afuera y el de adentro, o el odio, el recuerdo –como retrospectiva enjuiciadora– cuan-do se mira en el espejo.
En Velas… nos convida a mirarnos por dentro, a pensar en el otro niño que hemos o que quisimos ser conducidos por vientos que reafirman el no claudicar ante la espera –auténtico naufra-gio– de atrapar la imagen de la infancia con sutileza y asombro; sin dudas la invitación al viaje que nos propone este poeta, exige de lecturas, para comprender sus puentes, sus tatuajes, su verdadero país y sobre todo, los desvelos de la soledad. El tránsito hacia este corazón–espejo ¿adulto?, nos revela sutilmente las coordenadas de la Isla –terruño interior del poeta– en un mar nostálgico, con muchas cicatrices: “cómo ocultar que hay un nombre / revelado en mis manos // cómo evitar el país desnudo / fuera del espejo”.
Ian asume su poética tal y como se la han mostrado, todas sus dimensiones son posibles: “estos no son pretextos para arrodillarme // uno amanece si dice su verdad / con el corazón halado al fuego”. La travesía de vivir en esta Isla lo hace siempre pensar, que en algún momento, el lector naufrague sobre sus versos, sin tener en cuenta que el viajero o el navegante llevan siempre una brújula.
Agudos del silencio, es sin dudas, el libro que marca a este poeta. Con un tono rebelde y una fuerza verbal que otorga la rabia. La experiencia–maldita de haber sido rehén por algunos meses, le da a su poesía un sabor agri-dulce, que en un momento decisivo de su existen-cia lo hizo la voz más interesante de la poesía en la Isla. Nostalgia, soledad, acompañamiento de sus libros, Lezama, Virgilio, Eliseo, Baquero, un gato negro, el cubículo, la galera, el recuento; la historia de Narciso, la novia y el oficial instructor, el padre y la madre, los amigos. Los versos de este libro se convierten en verdaderos agudos, que retumban en nuestros oídos, sin embargo detrás de su lectura hay un vacío lleno de silencio y de paz conciliadora:


––¿Cómo saber que una entrega así me signaría con la ausencia?
¿Cómo presumir una fecha en mi rostro, viaje imposible? Sin su nombre, ese nombre, Oficial, escurridizo, cala mis días como el invierno al mar, como el otoño a las golondrinas, me hace confundir estaciones con estados de ánimos, zonas sombrías que en sutil galería reproducirán mi existencia con singular desenfreno…

15 –28 de junio…
Libro: Agudos del silencio

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Aquí van los textos prometidos, poemas de Paco Mir que en la distancia nos parecen más actuales que nunca. Así es la poesía verdadera, capaz de resistir los meses y los años. Verdadero entonces el verso de Paco, nos cae hoy con su fuerza y  apego al terruño, este que aceptó como suyo, este que hoy lo guarda como propio.

COLGAR DE LAS PIÑAS.

No digas que la mañana naufraga.
Para mis adentros roble, me hago zarza,
bejuco endeble colgando de las piñas.
Ceiba Tú. Me aplastas.
Mírame las ramas desprendidas.
Hojarasca tengo y la vida tú.
Devuélveme la savia. Nos secamos.
Tú de grandeza. Yo de olvido.

HAY QUE SOÑAR.


a vladimir ilich lenin.


De nuevo se echaron las redes al azul más hondo, de prisa huyen escapando de la cubierta los peces de colores. Nadie se atreve a decir que son de plata. Nadie les vio las alas transparentes, las burbujas besadas. Nadie oyó los latidos. Lo cierto es que las redes trajeron latas huecas de cerveza, viejos catalejos, perfecta rosa náutica de cerámica inglesa, frascos de perfume colonial. Las redes regresaron con otras historias y los pescadores devolvieron las cargas extrañas. Otra vez las redes y los peces no eran de plata. Oro del Caúcaso, nácar de Oceanía traían en los dientecillos frescos. Que son de oro. Que son de plata. Las mismas discusiones en uno y otro océano. A un lado los de oro, al otro los de plata, al fondo los de la nada, despiertos, muy despiertos, solo estrellas, mar, las olas, pitazos, tierra en la distancia. Hay que soñar que son de oro, que son de plata, se sacaban entonces las redes hinchadas: agujas, delfines, sirenas, estrellas doradas. Que vienen vacías, vacías las de la nada: algas, medusas, sargazos, tiras, alambres. Hay que soñar, continuaron gritando ahora blancamente las gaviotas y las redes seguían subiendo atestadas: ánforas, isabelitas, chernas, bronquitos y el puerto en la noche con andamios, grúas y chinchorros extendidos: que son de oro, que son de plata.

LAS HOJAS CLÍNICAS.
[fragmentos]


I
Como un árbol el hospital ha dejado
que sus hojas entren por mi ventana
y que los gorriones hagan ruido
en el salón de los doctores.


II
Hasta aquí
no sabia que la juventud
–supremo don de la naturaleza–
era chica, apretada y sin tallas aparentes.

VI
Si salgo de esto
volveré a ingresar en un capítulo de algún libro,
porque
en mis capacidades de amar se han hecho playas
y descubierto océanos profundos.

IX
Los gorriones no se van
porque comprenden que nos hacen falta.
No se van y miran bondadosos:
están convencidos de que no vamos a arrojarles piedras.
Ellos hacen volar nuestros sueños y esperanzas.
Por eso no hay asombro de que se posen
en las lámparas y las camas.


XVI
a reina maría rodríguez.

Sé que en alguna luz de la noche
estás como asomada a una ventana,
y debajo, en la calle,
toda una ciudad,

para perderse y encontrarse uno mismo.
Suspendidos en esta colina
no hay quien prohíba el horizonte a los enfermos:
–soñamos–
y yo me voy en ráfaga pequeña.
Regreso sin que la oscuridad lo note
con las huellas de una ventana abierta
de par en par en mis pulgares.

XXVI
Yo lo vi, doctor
–se lo aseguro–,
el paciente no miente.
Mientras dormíamos,
Juanelo construyó su velero
y lo echó a flotar en el viento.
Desde entonces no se oyen rozaduras de remos
ni cancaneos de vapores.
En este cubículo pernoctó nuevamente la ausencia.


XXXIII
Serret, hermano,
no advertí el sol que brilla sobre nuestras cabezas.
Lo descubrí entre punciones y dolores
el día que me ayudaste a resistir los empujones de la muerte.
Supe que, entre los muchachos, nadie como tú
se negó a perdonar mi ausencia.
Hermano, de qué manera cuidaste mis molestias.
Ahora no hay palabra que te describa,
no hay abrazo,
no hay apretón de manos.
Existe mi lealtad y me deseo de cuidarte y defenderte
de las hormigas
y de las oleadas de maldad
que a veces ciegan a la gente.


MAÑANA SERÉ ÁRBOL


Mañana será árbol
raíz subiendo desde los cantos de la tierra.
Sentiré la lluvia, sequía, floraciones
y la embestida de los insectos.
Por mi tronco correrán esperanzas
y hongos tropicales.
Mañana seré árbol, lo estoy avisando
los pájaros harán nidos en mis hombros
y el íntimo follaje crecerá desde la conciencia.
Mañana será árbol, lo estoy avisando.
Árbol para que el amor escriba sus nombres
para que duerman niños a mi sombra.


CONTINUIDAD Y FUGA.

a mercedes garcía.

Siempre estuvimos en ese puesto, en la multitud que se movía bajo cargas y cuerdas. Yo era el de capa y sombrero que parecía haber llegado de Chipre. Tú eras la muchacha que vendía pescados asados y tristes. Los demás eran comerciantes, marineros, vagabundos, prestamistas y chiquillos que corrían tras una fruta robada.
El mar se estrujaba de blanco cuando alguien nos colocó sobre los hilos de la tela en un siglo corrompido por la tisis.
Un octubre salimos del lienzo, pagué tu carga de nostalgias a los usureros. En el lugar donde estabas apareció un ave, donde yo, un cerezo florecido. Y ahora comerciantes, marineros, vagabundos, prestamistas y chiquillos esperan que algún curioso, un joven estudiante de los que se detienen ante el cuadro, los ayude a huir del óleo y la tela.
Te mueves en los vapores de la mezclilla.
Aprieto bajo el brazo un registro de asistencia y el mar parece no habernos visto nunca. Llueve, el agua viene de todas partes. Ningún aguacero podrá arrastrarnos de la vida, aunque una vez tu vendieras pescado en los muelles y yo acabara de regresar al mundo.

CLARO DE LUNA.

I
Aquí solamente llegaban los pitazos del "Pinero"
las voces de los vendederos en los muelles.
Aquí arrojabas migajas de pan a la corriente del río.
Andas vestida de algodón azul
me quieres llevar a la que fuera tu casa
de la que ya no se descubre ni un madero
chamuscado por el fuego.

II
Los familiares de los condenados caminaban por Gerona
o se hospedan en el hotel "Isla de Pinos".
Llovía todas las tardes
colonos pasaban los charcos
como insectos que asaltaran la ciudad de madera
en un paraiso al que se le podrían las frutas
había más dolor que de costumbre
cangrejos de los esteros le comían la garganta a Ronald.

III
Cuando te prendiste fuego parecías, tocar al piano.
El corazón que tejiste con las ramas del jagüey se hizo neblina.
En los días de invierno
sueles vagar por los trillos en que abandonas
violetas perfumadas de esperanza.

IV
Por la carretera pasan estudiantes
chiflan al verme aquí
hace tanto tiempo que nadie venía a cortar unas vicarias
para ponerlas en la tarja que dice:
"aquí yacen Ethel Ransom y Ronald MacKinley (1959)
se amaron en esta Isla llegados de Norteamérica en 1926.
Sus amigos no les olvidarán jamás."

OFICIO Y DEBER.

para alejandro cordero baldomero.


Se esfumaron los bolígrafos y anexos de oficinas.
Se desataron los verdes
la noble, profunda mirada de vaquero y campesino.
Descubriste la solución y corren las aguas estancadas.
Mañana cumplimos con el plan
y ya siento la vegetación, su hermosura en los talleres.
Bravo
has echado raíces en la herramienta.

PIDO LA PALABRA.


Pido la palabra por la vida
y quiero decir todo lo que casi el tiempo arranca.
Quiero no ser posterior
ni siquiera un punto y seguido.
Quiero que digan que un hombre amó el juego de los niños
las vueltas de una muchacha, el viento y su cabello
que se puede amar aún desde allí
desde la estática manera de volver a la tierra
si se ha vivido sin excesos de luz y distancias.
Quiero no ser referencia
aborrezco los "dijo una vez" o "tal vez nos dijo".
Quiero que en algún lugar quede escrito
que respiré las noches claras y las risas profundas
que anduve siempre con la esperanza.
Quiero que me respeten
un banco de tablas de palma donde sentarme.
Quiero que no me llevan del patio
que dejan al recuerdo perseguir las orugas.
Quiero irme sin robos premeditados
accidentes de tránsito
o anónimas llamadas a la conciencia.
Quiero un abrazo sencillo
sin un lumínico y arrogante letrero de victoria absoluta.
Como ven, no querer es querer lo demasiado
entonces no quiero nada.

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LITERATURA SOBRE CAYO LARGO
Fotos: Frank López y Jaime Prendres
Ilustraciones: Frank e Idilio López Arnaud

Queremos dedicar y compartir con ustedes la sección literaria de nuestra revista Caleta del Sur, a un evento realizado durante este mes en el Polo Turístico Cayo Largo del Sur. Hasta esta hermosa islita se llegaron los libros y la literatura, para desarrollar durante los días 8 y 9 una Feria Local con la participación del poeta José A. Taboada, quien además de presentar libros, ofreció un recital de poesía en el Museo del Cayo. Las palabras de inauguración estuvieron a cargo de Beatriz Gil Sardá, Directora de dicha Institución Cultural. El momento fue propicio para recordar a la mujer en su día.
MADEROS DE UN NAUFRAGIO

                                     [fragmentos]
Por Nelton Pérez
I
A lo mejor Peña tiene razón y soy igual a una puta barata. Porque no importa, no suelo pensar en cuánto dinero va a dejarme, y ni siquiera sé si en verdad va a darme dinero. No, no hablamos de dinero. Yo estoy conforme con sus regalos que son caros. Carísimos, pues todos ha debido comprarlos aquí en esas tiendas del hotel que tienen los precios más altos que yo he visto. Y nunca fui con ella de compras a las tiendas, siempre despierto cuando ella regresa y abre la puerta, y alguien del hotel la ayuda con las muchas bolsas. Un día Zayas la acompañó y entre los dos no alcanzaban para tantas bolsas. Yo, al principio, si me escapaba unos minutos para ir a la cabaña que tenemos asignada regresaba con una vicaria en las manos. Los jardines del cayo casi nunca tienen flores, las vicarias son las que más abundan y resisten el salitre del mar. Además, a mí me gustan las vicarias sean blancas o moradas. Aunque para ella siempre escogí las moradas. Y una vicaria, contra todas esas bolsas de regalos me hace sentir el tipo más hipócrita del universo.
Y sí, claro que me gustaría conocer Europa, ojalá me invitara. Eso le dije a Peña que tanto insiste en que me garantice el viaje, que asegure mi boleto de avión al primer mundo. Que de Viena es un brinquito a Roma y París. Y yo asiento adormilado, tiene razón, pero es que Peña cuando la agarra con un tema enloquece a uno. Y yo quiero ir a París tanto o más que Peña, viajar siempre había sido el más deseado de mis sueños. Pero ahora soy tan dichoso que no tengo sueños, ni planes a largo plazo. Lo que más yo deseo, en lo único que pienso cuando me mira, es en que quiero que se quede. Ya se lo pedí, pero no puede, dijo que le intereso mucho, pero no puede y yo se lo creo, porque lo dijo con una voz y un acento adolorido. Y mientras habló, evitó mirarme a los ojos, y después fingió una sonrisa torpe. Ella misma me pidió no hablar más del tema y me abrazó con los ojos ardiéndole, repletos de lágrimas. Quiso que le contara de mí, de cuántas esculturas de mármol ya hice, también quiso saber de mi familia. Y como yo no estaba muy conversador, porque se me trabó algo aquí en la nuez de Adán que no bajaba ni subía. Me encogí de hombros y saboreé sus lágrimas, y luego me di cuenta que también yo había llorado. Y casi sin darme cuenta.
Entonces me contó que la madre es católica y dueña de un supermercado donde se vende ropa y comida. El padre demócrata-marxista y gerente de una gran firma llamada Hiss, especializada en modas. ¡Tremendos suegros! Sentí pánico de tener que conocerlos. Luego habló de Viena y de su legendario título de capital de la cultura, yo la escuchaba haciendo bocetos de su rostro en la arena y luego círculos, respiraba la humedad cercana de su aliento. El sol se ponía a sus espaldas, y yo sonreía, como si le entendiera todo, veía la puesta de sol, comparándola con el rojo de sus cabellos. Después de tantos días de playa el millar de lunares de sus hombros apenas se notaba y su angulosa nariz era una pequeña zanahoria que las cremas no habían evitado que madurara hasta resultar un desastre infantil y sensual entre sus grandes ojos azules. Su español es claro y dulce, un poco ortopédico como el extraño y melodioso alemán que apoyaba con gestos inteligentes, pero innecesarios, porque en su sonrisa aria yo adivinaba todo con increíble facilidad, una especie de telepatía: así parece que decidimos llamar a la profunda comunicación que ganamos más allá de los cuerpos. O tal vez esa afinidad, ese aparente conocimiento que nos deslumbra y hace sonreír es gracias al engranaje de huesos y carne, al acople sexual y esas fantasías eróticas que nos hace inventar sobre la arena, en el agua o en la cama, en todo lugar donde nos hacemos sudar y darnos hasta el llanto lo mejor de nosotros. No hay libro del kamasutra ni posición amatoria, nada mejor que el deseo que nos inventa esta pasión. Es un experimento, un anhelo oscuro y radiante por satisfacer al otro y arder en el otro, adentro. Ahora como el triple de cuando llegué al cayo y mi apetito se confunde con el hambre de ella que tengo y me roe hasta desgastarme. A veces la veo quedarse dormida casi a la par de mí, ya sin aliento ni ansias para un beso más. Caer rendido, como el leño de una fogata que ya no puede ni crujir, y el viento lo hace una humareda, así me he sentido después de cada combate, cada batalla contra su cuerpo duro y divino. Bebo cosas dulces porque dicen que producen espermatozoides, jugos naturales con mucha azúcar para reponer mis reservas. Al amanecer puedo eyacular dos, hasta tres veces. Pero al atardecer siento que tengo entre las piernas un resorte de acero, que cimbra dolorosamente dentro de ella y que no puede sacar ni una gota de esperma. Al anochecer he puesto en su vagina hasta el último gramo de semen que me quedaba en los calcañales y me siento vacío como un recipiente. Y aún así doy baqueta en su vagina, en su ano que desvirgué y ya le gusta. Le priva que le monten la guagua por detrás y doy casi sin sentido, casi como un robot, y pienso en todas las hembras que me gustan y han gustado intentando una gota de semen, pero no tengo. Y hago caso a Peña: ¡Cabilla, mi hermano, dale cabilla hasta que no pueda más ella! Y no tengo semen, pero no cesa mi erección y todas las imágenes de otras mujeres se borran con la suya. Me gusta Anna como nunca antes me gustó otra hembra y con ella es como si debiera gastar todas la copulas de mi vida. Como si después de ella me fuera a cumplir en una cárcel una cadena perpetua. Al principio reconozco que me esforcé por impresionarla, pero luego ya me sentía adicto a Anna. Acabo sintiéndome hecho de cables y por segundos siendo eléctrico, juro que dentro de ella y por fricción he sentido la corriente eléctrica, el chispazo, el corto circuito me deja ciego por unos instantes. Y soy gracias a esa obsesión suicida como un electrodoméstico que desconectan después de usarse. Caigo dormido, sin saber de mí por unos minutos, no sé cuánto tiempo me lleva regresar a la realidad y arrastrarme, echar a andar en cuatro patas hasta la ducha. Entonces, más tarde, atacó con furia las frutas carnosas de las mesas buffet, los jugos ricos en néctar y azúcar. Quisiera guarapo de caña para rellenar mis testículos de semen y que no me duelan mientras cincelo dentro de ella, enloquecido y afiebrado como un poseído. Y caigo como un soldado del deseo, ebrio de su olor y anhelante por recuperarme para volver a dar inicio al ciclo. Estoy enfermo, maldito y bendecido de ella y Anna de mí. Nunca antes me ocurrió, lo juro. A veces temo que vaya a infartarme haciéndola gozar, y es que Anna también goza hasta el delirio, el dolor, el castigo a que sometemos nuestros cuerpos. A ratos el sexo hace de mí un hombre que no conocía y somos verdugo y victima y muy al final también perdón. Suplica de dos cuerpos dolorosos que igual a felinos se lamen alevosamente después del banquete. Sexo deporte, sexo combate, sexo a ciegas y tanteo de manos como si fuera a aprenderte de memoria para abocetarte la silueta en cualquier piedra de mármol. Entrenamiento de gladiador para dominar la piedra, la soledad que se avecina.
Ella vive desde los diecisiete años en un apartamento, sola, pero eso no significa problemas con su familia. Allá en su país es normal la temprana independencia, la libertad, es una manía constante de la civilización.
–Sin embargo, yo jamás fui, nunca, te aseguro tan libre como aquí, estos días contigo en Cayo Largo del Sur.
Y yo dudaba, le decía que no podía ser cierto. Ella conocía medio mundo y yo sólo había viajado por trabajo a aquel islote turístico.
–Playa Sirena... manjar... dioses, tú, mí... –intentó decirme, algo que le prohibió su ancestral cordura, quizás detrás de tanto desarrollo y nudismo, escondía algún rezago étnico, pero no... Era simplemente miedo, quería recordarme con alegría, escribirme desde su rara dirección, volver en el año próximo y buscarme, aunque estuviera casado, pero atarse no, ¿depender de un hombre que respira del otro lado del mundo…? Eso procuraba entender ella misma y se traicionaba diciéndome sin pensar algunas posibilidades remotas como que ya conocería a sus padres o a Viena, y ocultaba los ojos para no obligarse a prometer lo que no quería por buen sentido. La vi buscar algo en su bolso, quiso dar cierto orden a unos papeles sueltos dentro de una agenda. Parecían hojas sueltas, pasajes de avión, tarjetas de aduana, que sé yo. Estaba nerviosa y las palabras se le escapaban… entonces tomaba coca-cola con ron. Ay, mucho gusta a mí las Cubalibres, mucho good, y miraba alelada a los frailecillos que aún deambulaban por la orilla de la playa con paso inquieto e imperceptible y yo tragaba, sin saber que iba a decirle, como si tuviera a media garganta el mismo suspiro que la enmudecía. Un miedo horrendo de ya no verla, de desearla y no encontrarla más cuando se fuera. Su partida se hacía evidente y pesada con cada minuto que transcurría, y cada silencio que destrabamos de la garganta con un sorbo de ron y hielo, de coca cola Light.
–¿Tienes ahí una foto de tus padres?
Intenté sacarla del hueco señalándole los papeles que volvía a barajar dentro del bolso. No sé, pensé que quería darme alguna cosa, quizá dinero y me puse más nervioso aún.
–¿Un foto…de ? Nai…no tengo un foto –lamentó y negó también con la cabeza y se encogió de hombros como una niña culpable. Y cerró el bolso como si de pronto ya no lo necesitara más.
A pesar de que los turistas pasan la mitad del tiempo haciendo fotos, no traen con ellos casi nunca las de sus seres queridos. Supongo que esa es otra costumbre sentimental de los latinos.
Miraba la arena, cogía puñados de arena con la mano izquierda y los dejaba caer por sus fuertes muslos, esto resaltó aún más el color jamón de sus piernas. Tiene rodillas carnosas y extremidades bien formadas terminales en un dedo gordo hiperactivo. Los vellos en sus muslos y manos eran escasos, pero el sol acabó por darle un brillo que los hizo visibles. Bajo las axilas también le brota una pelusa rubia que prefiero no mirar, para no imaginar que lleva dos mazorcas de maíz tierno bajo los brazos.
–Costumbre molesta… vieja, no gusta rasurarme…
Me dijo con voz susurrante y llena de bostezos en su español sin preposición ni enlaces, la primera mañana que amanecimos juntos en su cabaña de Villa Capricho. Era lo único grotesco de su busto y con el pasar de los días sólo a eso, no había logrado adaptarme, porque su desnudez dejó de sorprenderme, pero siguió dándome visa a la lujuria.
Al comienzo, en los primeros paseos junto a la playa, logré a fuerza de sesenta suspiros por minuto, mantener mis manos cerradas con arena, mientras caminaba a su lado y entre los demás bañistas. Yo gozaba al ver los ojos estúpidos con que Peña me miraba, los reojos con que Zayas disimulaba también sus deseos de esculpirla a cincel de vientre, pero toda aquella complicidad de truhanes empezó a asquearme en el paseo del sábado, cuando sentí su mano de plumas, atrapar la mía en el aire, con timidez. Fue como un calambre, un flashazo de luz interior que me recorrió de los dedos de los pies a la raíz del pelo. Una paz me embargó, ¿siempre nos habíamos estado buscando? No sabía, pero nunca me había sentido así tan estupendamente bien, entonces sin darme cuenta me propuse algo más serio que el apetito de nuestros cuerpos. Aquella luz interior que me atravesaba de sólo tenerla frente a mí, me hacía transparente para ella, un espíritu que comenzaba a manifestarse más allá de nuestra atracción. Una atracción desbocada de potros, yo sentía en mi sangre la fuerza, el relincho de un garañón porque además de mi hembra ya vivía convencido de que nuestro engranaje de carnes y sueños venía de otro tiempo, de algo que no podríamos explicarnos jamás. Sin embargo, nada era más real y tangible que nosotros. Dejé de hablarle con sonrisas gratis y gestos recargados, y de ser el ridículo hombrecito que la perseguía y le hablaba con un timbre de voz prestada, como si fuera yo el habitante de un planeta primitivo y ella una criatura salida de un ovni. Allí con su mano sudando en la mía, no pregunté si estaba de acuerdo o no, y yo mismo le puse un pulóver largo y mostré celos de macho, no sólo a ella, sino también a todo hombre que la mirara. Anna se reía, pero en el fondo le descubrí placer, ella iba a aprender conmigo lo que es caribe, por eso Europa se le hacía ya tan lejos y amarga, y se empeñaba en fingir igual que yo, no estar contando las horas que le quedan cerca de mí. Por eso demostraba, con mucho mal esfuerzo, ser como un abedul, cuando yo con sólo mirarla lograba derretir los copos de nieve que por instinto ponía entre nuestras miradas, y bajaba los ojos para no sentirlos arder con los míos. Eso, ardíamos como maderos de hoguera. ¿Por qué este juego tuvo que ponernos de rodillas? ¿Por qué bebemos tanto ron y no nos damos cuenta o simplemente no importa que se vaya el último barco de Playa Sirena y la noche esté cayendo clara sobre nosotros, que ya nos buscamos con la lentitud de un beso y no queremos pensar, sólo amarnos, ser los dos un abrazo largo que demora el suspiro, en este cayo sin memoria, hecho para el sexo y las trampas irreversibles del amor?
Mañana te irás Anna y yo volveré al pedazo de piedra que es mi trabajo, al rectángulo de mármol que te mostré ayer, de él, vamos a sacar una sirena de cuatro metros de altura, que en un futuro dará la bienvenida en esta playa. Y el pobre Peña y Zayas no se cansan de elogiar los senos –senos perfectos que esculpiré de memoria, confiando en la sabiduría de estas manos que te aprendieron en la fiebre del reposo, senos que siempre podré moldear a ciegas en las arenas de esta playa –que voy a darle a esta sirena de mármol que mirará a lo lejos tratando de hallarte, detrás del océano, en el civilizado, aburrido –para ti– y viejo continente, aunque no regreses nunca, estarás aquí, junto al fantasma de esta bíblica magia que hoy nos arrodilla, sobre el miedo; cubiertos de arena y sal, nos diremos en más de un idioma: te quiero. A pesar de que las iguanas despierten para tomar el sol sobre las rocas y parezcan ellas mismas rocas verdosas y los alcatraces rían a carcajadas sobre los pilotes del muelle como viejos capitanes de barcos. Nosotros, Anna y yo, en la playa más al sur del caribe cubano, la playa más enamorada del mundo nos resistiremos a decir adiós.





Omar Cerit Beltrán: [Camagüey, 1948] Poeta y escritor. Ha publicado los cuadernos de poesía Sobrevivir la arena, 1992 y A los nombres, 2002. Ha recibido diversos premios a nivel nacional. Textos suyos aparecen en varias antologías y revistas literarias dentro y fuera del país. Es miembro de la UNEAC en la Isla de la Juventud. Reside actualmente de en España.



IMAGEN DE UN SUEÑO
DONDE CAYO LARGO ES
UNA LENGUA DE DRAGON.

Desprendida de su centro
una lengua de dragón
sobre el mar en aluvión
como esperando un encuentro
-desde afuera y hacia dentro-
de nubes, luces y trinos
y caracoles marinos
para dar gozo al paisaje;
salpicada del oleaje
muestra tesoros, caminos.
Esta lengua solidaria
entre islas en el Caribe
sopla su aliento y recibe
de la mano una plegaria.
Hecha canción solidaria
sus voces son de los secos
espacios abiertos, huecos
que hablan del tiempo a través
y devuelven esta vez
lengua de fuego sus ecos.
Despiertas y el reflejo
que te llega al despertar
aciertas a ver el mar
entre el azul y el bermejo.
Esa tinta que a lo lejos
es pura y una al vaivén
de la bruma donde estén
agua y cielo en un abrazo.
Acá este Cayo es un trazo
de una imagen del Edén.


ALGO DE NOSTALGIA.
 
En un principio fue así:
y aquellas manos maestras
al mar lanzaban las muestras
en alas de un colibrí.
No estuvo conciente en sí
lo sedujo la emoción
y en la lira una canción
describió con su armonía
esta tierra en fantasía
que el Edén dio tentación.
En un principio la tierra
que modelara su mano
fue para el goce humano
no albacea de la guerra.
Ninguna grandeza yerra
en lo esencial de su suerte
la dicha del dios es fuerte
está en este azul su empeño
en la transparencia el ceño
arruga. Quiero traerte.
Para compartir la dicha
de mis triunfos. Y en los sueños
sentirnos que somos dueños
junto a la iguana, el orisha
y aquel ave que en su dicha
se transforma en una nube
expuesta al asombro, y sube
para desprenderse en verde
paisaje, que nos envuelve.
Y en este sueño te tuve.

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NELTON PEREZ MARTINEZ [Manatí, Las Tunas, 21 de mayo de 1970] Narrador, poeta y ensayista. Miembro de la UNEAC. Ha recibido diferentes Premios y Menciones en diversos concursos a nivel municipal y nacional, entre los que sobresalen el Premio la Llama doble de novela erótica, 2004; Premio ensayo de la Revista Videncias, 2008; Premio de la Ciudad de Nueva Gerona, así como el premio Paco Mir de poesía 2005. Textos suyos aparecen en varias publicaciones dentro y fuera del país.

EL PITCHER

Por Nelton Pérez


Estar rodeado de delfines en medio del mar y sobre una balsa era un buen augurio. Ya me veía lanzando un juego a favor o en contra de los Yankees de Nueva York. La CNN diciendo que el veinteañero Alex Pimienta, un cubano de mucho futuro en el béisbol de las Grandes Ligas, había blanqueado en nueve innings a los Indios de Cleveland, a los Bravos de Atlanta, comenzando siempre con scond de ponches y una curva envidiable, supersónica. Tendría un contrato millonario como José Canseco, ¿la cantidad de cosas que se podrían hacer con diez o quince millones de dólares? Primero que todo le iba a comprar a mi madre un televisor grandísimo, en colores y con video casetera para enviarle además de telenovelas, mis juegos y entrevistas. Hablarían de mí en el barrio, escucharían mis juegos por radio... pero amaneció, amaneció y no me di cuenta que los delfines me habían abandonado. Parece que no, pero avanzamos en círculos, dijo alguien del grupo para reactivar las esperanzas del grupo, de la tripulación. Hay que ahorrar el agua y las galletas, que nadie se quite la enguatada que es mejor sudar y estar húmedo que tostarse al sol. Pero yo no necesitaba nada, tal era mi concentración que yo estaba encima del box , ¡mandándole a mi cachert unas bolas que pa qué!... los bateadores no las veían pasar y mi cachert sacudía la mascotilla cada dos o tres envíos, me mostraba la palma de la mano roja y en el dogaut me decía, afloja, cubano, afloja un poco, okey. El manager también me hablaba en inglés pero a todos los entendía. Los entendía, igualito igualito que si fuera en el cuadro que hay detrás de mi casa y los dos equipos comentaran que de arriba la lomita, ¡Caballero, Alexei lo que baja son unos chicharos!

Fue una torpeza que jamás me voy a perdonar. Yo estaba en el Yankee Stadium, en una final de Serie Mundial, tenía al último bateador en tres bolas y dos strikes, recibí las señas de mi cachert, amasé la pelota, escupí el chicle, respiré para hacer mi “wainó”; entonces vi la aleta emerger ahí a mi lado y quise acariciarla para que le diera suerte a mi strike. El bateador estaba cagado esperando mi envío, se le notaba en los ojos. ¡Oye tú, oye que eso no es un delfín!, dijeron a mi izquierda en la balsa, algo se movió brusco a mi lado y al levantar adolorido mi torpedero, mi brazo derecho del agua, lo vi desgarrado y sangrando... El graderío del estadio enmudeció en un solidario y colectivo, ¡ooooh!, fueron borrándose y el box se movió bajo mis pies... faltaba la mitad de mi mano... cuatro dedos se fueron con el mordisco... ¡no podía creerlo, coño!
Cuando llegaron hasta él sus compañeros de viaje, quería entregarse completo a los tiburones. En la Base Naval de Guantanamo cuando pasaba entre las tiendas y la gente le veía el muñón de la mano, envuelto en gasa, murmuraban: ese es el pinareño, ahí va el comemierda que se puso de cariñoso con los tiburones; él solía creer que eran sus fans apenados. En todos esos meses nunca lo vieron bañarse en el mar. No sé bien el por qué me propuse llegar a ser su amigo, pues a mí lo que me gusta es el fútbol. Quizá también yo resulto un tipo raro a la mayoría, me acostumbré a vagabundear solo y soy un tipo que confesó que lo primero que pienso hacer cuando llegue a Miami es comerme un lata de comida para perros. Es mi capricho, mi antojo. Al pitcher lo vi muchas veces elegir un lugar en la playa donde abundaran las piedras y ponerse a practicar con su brazo izquierdo, lanzando una y otra vez a ras del agua. ¿Eh, y tú que miras pa acá? ¿Qué, acaso tengo monos en la cara? Oye asere, tú eras pelotero, ¿eh?, le respondí para congraciarme y el pitcher bajó su autodefensa, Oye, chico, es que se te nota la estampa, concluí dadivoso. Era pelotero, no, soy todavía, dijo muy serio. Y tres o cuatro días después que almorzamos juntos, me comentó en la playa: ¿nunca viste a Jim Ao, el lanzador manco que tenían hace unos años los americanos en su equipo? ¿Jim Ao...?, repetía yo sin entusiasmo y él se molestaba conmigo. ¡Oiga, usted es un pinga con las bases llenas! Sí, Alex, ya me acuerdo, el manco Jim... Me hacía reír con su ofensa particular, tan pelotero que cambiaba el adjetivo favorito de nosotros los cubanos, comemierda, por eso de ¡un pinga con las bases llenas! Sí, sí, Alex, me acuerdo del manco americano. Ese mismo manco, volvía a soñar Alex, Cuba ganó gracias a que lo sacaron, casi al final del juego. Fíjate bien, he engordado algunos kilos, así que mi velocidad con la izquierda también debe andar cerca de las ochenta y siete, las noventa millas, ¿qué tú crees? Cada ola que atravesaba con una pedrada, par él significaba un strike. Si aún tuviera los dedos, mi mano derecha de antes; ¡seguro que algún cazatalentos ya me habría sacado de aquí! Asentía, tragaba en seco y decía cualquier cosa, hoy seguro cambia la luna y la marea. El pitcher siempre insistía, tú verás que voy a ponerme en forma. Tengo una zurda potente, mírame ¿eh, flaco?, me decía cuando ya éramos amigos y yo por lástima le acompañaba como público, o frente a sus lanzamientos cerraba los ojos y solía pensar, ¡coño, ojalá te hubieran comido los tiburones! Los bates los improvisaba de esos maderos lisos y pesados que recalan en la orilla. Para contentarlo fingía swines tardíos y me ponchaba, temiendo que alguna vez hiciera una locura. Pero todo anduvo bien. Tienes una recta de oro, asere, le mentía yo y miraba a otro lado.

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SELECCIÓN DE LA OBRA POÉTICA
DE JOSÉ A. TABOADA

Por: PEDRO FARIÑAS GRONDONA

Poesía intensa, limpia y dedicada a las esencias de una Isla y sus mujeres y hombres, cotidianos y trascendentes en la misma intensidad y “largura” de una historia que comenzó en 1494 y llega a nuestros días, historia que confirma una ínsula “diferente”, aunque con la particularidad del mar que rodea a otras, casi mítico en el sentido más íntimo de sus seres. Así es también la poesía de José A. Taboada del Toro, nacido en Isla de Pinos y consagrado en estos tiempos donde nostalgias, leyendas, pasado, presente y futuro, convergen en líneas paralelas, conformando un discurso de imágenes y metáforas particular y de todos, porque por todos habla el autor sin más premio que vivir en su espacio y en la historia de su isla.

JOSÉ ANTONIO TABOADA DEL TORO [Nueva Gerona, Isla de Pinos, 1968]. Poeta y ensayista. Tiene publicado los cuadernos de poesía De cómo le robo al tiempo su derecho de amanecer, 1993; Espirales del alma, 1994; Isla perdida en el tiempo, 2001; Infield hit, 2003 y MujerLuz definida, 2005, además del ensayo-biográfico Hart Crane, el poeta perdido en Isla de Pinos, 2003. Es miembro de la UNEAC.

VIENDO LA IGLESIA DE MI PUEBLO

Sigue en pie la iglesia de mi pueblo
sigue hermosa
erguida sobre la tierra insular
que decapitó a miles de hombres.

Sigue ahí,
refugiándose de malos temporales,
ciclones, huracanes que prefirieron esta ruta.

¿Y cuántos de nosotros no hemos tropezado contigo,
no hemos escuchado tu llamado?

Ah, iglesia mía,
la de mi hija prefiriendo ser bautizada el 24 de diciembre,
la del parque Lacret, la de la plaza,
la del hotel San José, la de la Academia,
la del frente del ayuntamiento,
la del barrio, la de los vendedores de velas y caramelos,
la del estanquillo vendiendo las noticias del día,
la de la esquina viril,
la de las muchachas tristes y sin sentido.

Ah, iglesia mía,
la novia de todos estos días, mi amuleto,
mi recinto, la costilla que me falta.
Sigue en pie la iglesia de mi pueblo,
la pequeña iglesia de Gerona la nueva,
la de España católica,
la de los colonizadores,
fundadores,
comerciantes
y marineros.

Sigue en pie,
casi en el mismo lugar de siempre,
casi solitaria,
erguida sobre la tierra insular de Pinos,
presta siempre a brindarnos el refugio
cuando se avecine la ira de Dios sobre nosotros.


SORPRENDIÓ EL MURO LA CICATRIZ DEL PARQUE

Sorprendió el muro la cicatriz del parque
espejo que dibujo sombra
la calle del triste con su melancólico mito.
Entre los muros
la iglesia ha elegido esperar el regreso de Jesús
y así abrirle pupilas a la calle.

Una muchacha quiebra el sonido
y esconde sus ojos cual loba enjaulada.
Sorprendió todo el día la palabra espera
y el parque derramó sangre por la cicatriz de horizonte
su murmullo hizo asombro
percibió la victoria.

El muro y la espera del regreso de Jesús se disfrazaron
hicieron un poema
lo predicaron el 7mo día recibiendo ofrendas
cálculo escrito en el libro sagrado.

Ahora el parque está vacío
sorprende la presencia de sus bancos
que salen a la soledad
y como murciélagos abandonan la cueva
y descubren que la ciudad
el parque
el muro  y la espera del regreso de Jesús
puedan contemplarse en esta historia
cuando ya no quedan fuerzas para decir
que la última batalla
ha terminado.

EL PÁJARO VERDE Y SOLO


Oh, pájaros enfermisos
No vengan a salvarme.
Raúl Hernández

En ciega luz el verso se derrama
un pájaro verde y solo en esta era
su canto a viva voz, en la pradera
retumba al árbol que prende la llama.
El campo sorprendido lo reclama
al mundo coronado con espinas
por todo el campo, sus palabras finas
el pájaro–luz, es pájaro–espejo
que repite agónico y perplejo 
su mejor canción: la que domina.

Al compás del reloj más cadencioso
el pájaro rebelde siempre gira
posado entre el fuego lento de la ira
nos convoca a su canto poderoso.
Llega el verso enlutado y tormentoso
en plena guerra donde se hace eterno
y circulando en el frío del invierno
donde lo sorprenderá el espanto
nacerá duplicado aquel quebranto
implantando desde ahora su gobierno.


LA TIERRA SEGURA

Barca que yaces segura
tras el calor de algún puerto
no pienses, pues,
                           en lo incierto
que otro navegar te augura.
Si la tormenta te apura
donde ayer la brisa fuera
ondea, boga, ribera
llora barca en otros mares
aplaca en estos lugares
tu antigua sed marinera.


S/T

Nos vamos despidiendo de las cosas
por si los poetas gritan retirada.
Nos vamos despidiendo a carcajadas
entre sueño, razón y mariposas.
Nos vamos despidiendo de las cosas
porque la vieja gloria ya no vale.
Nos vamos despidiendo y solo sale
el nauta inesperado del bostezo.Nos vamos despidiendo, no hay regreso
aunque un simple adiós nos cale, nos cale.
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