BIENVENIDOS



En hora buena, llega usted a Caleta del Sur, un esfuerzo conjunto por mostrar y defender, a toda costa, el arte gestado en este terrirtorio insular. Aquí podras encontrar, artículos, comentarios, poesías, cuentos, críticas y ensayos, así como informaciones y noticias sobre las actividades que realiza la filial de la UNEAC y otras instituciones en la Isla de la Juventud.

Miembros y amigos se han reunido en este esfuerzo para lograr que el quehacer pinero vea la luz, a través de un espacio alternativo y ágil. Quizás usted quede sorprendido ante el asombro de ver y conocer que en una pequeña Isla del Archipiélago cubano, haya una fuente tan vasta de sabiduría y entrega hacia el arte y la cultura, que hoy estamos convocados a salvar.

¡Esperamos de todo corazón que el esfuerzo no sea en vano!



TRAJE DEL BARÓN



DOPLE PLAY.
Por: Pedro Fariñas
Ilustración: Zenia Hechavarría
 
La pelota es una pasión irrefrenable. ¿Qué cubano no ha hablado alguna vez de un out discutible, de una jugada tremenda de Germán, de un batazo enorme de Muñoz? Quizás la pelota nos hizo amigos, o, para decirlo mejor, un libro de…”pelota”…
Hace años atrás en mi querida e inolvidable Radio Caribe, (y esa es la profesión que más me gusta, la de esa palabra que hoy define a los que hacen radio, radialista, que más he disfrutado, sufrido –y más añoro- en mi vida) yo realizaba un programa nombrado Crucigrama del saber, en el cual participaban muchos oyentes vía telefónica. Entre los participantes estaba un joven estudiante de Geografía que discursaba sobre diferentes temas. Ese joven, con el tiempo, se hizo amigo de un hermano nombrado Manuel Guillén Coello, un chévere poeta, un chévere bebedor de alcohol, un chévere melómano, un chévere padre de familia….en fin, un chévere. Con Manolito fui Jurado del Premio de la Ciudad de Nueva Gerona en el año 2003, año en el cual el Premio del Género de Poesía, tras dura porfía, lo obtuvo un libro que, de principio a fin, estaba dedicado a la pelota. Resulta que el autor, tremendo poeta, era el joven con el que conversé de disímiles temas en la Radio y que se había convertido en amigo de Guillén, digo, de Manolito, casi en una sombra, o, para decirlo mejor, en una compañía inseparable. Por Manolito conocí de otros textos del autor ganador, de su afición por la música y por las negras, razón –la última- que me lo hizo más humano, porque las negras, señores, es una pasión insuperable. Comenzamos él, Manolito y yo, a tomar juntos, a conversar juntos, a leer poesía juntos y, leer mi poesía en público, hacerla visible, es para mí uno de los actos más heroicos de la vida. 
El Patriota, Manolito, aquel ser que en pleno siglo XXI andaba por Nueva Gerona con un pullover con la hoz y el martillo y en letras grandes URSS, comenzó a deteriorarse poco a poco. En muchas ocasiones el joven que se convirtió en poeta y yo, sentenciamos el eminente fin. Pero Guillén, Manolito, resistía y resistía, cosa que nos alegraba muchísimo. Recuerdo que El Patriota nos pidió que lo ayudáramos a sacer los restos de su madre. Juntos fuimos los tres al Cementerio de Nueva Gerona. El joven convertido en poeta, por asuntos de trabajo y por la demora excesiva de tan tremenda ceremonia, tuvo que irse. Yo recordaré siempre las palabras del hombre que andaba con un pullover con la hoz y el martillo y en grandes letras URSS, cuando salíamos del cementerio: “Chao, pura”. Al otro día, se nos murió; digo más, se murió en brazos de su compañía inseparable luego de terminar una lectura poética en un campamento de jóvenes movilizados por la UJC para paliar en algo los destrozos del huracán GUSTAV en la Isla de Pinos. Tras la noticia del infarto llevada a mi casa por la esposa del joven convertido en poeta, salí corriendo para el Hospital y en la esquina del mismo nos encontramos el joven convertido en poeta y yo. El venía cabizbajo y sus palabras únicas e irrebatibles fueron: “Se murió El Patriota. Nos abrazamos, nos dimos un beso y sellamos nuestra amistad para siempre.
De entonces a la fecha, hemos realizado múltiples proyectos, nos hemos tomado no sé cuántas botellas de imnombrales rones y hasta nos hemos distanciado en ocasiones, pero siempre volvemos a querernos y a soportarnos en nuestras diferencias, y esa es la mejor manera de quererse.
De pelota siempre hablamos, y de poesía. De política, muchísimo. De nuestras familias conversamos y nos aconsejamos mutuamente. Recuerdo un chisme cruel que se regó en la extinta Escuela de Instructores de Arte Marta Machado, el cual supimos por un grupo de alumnos de teatro a los cuales impartíamos clase, y que nos llegó en un pregunta inquisitoria y, por supuesto, en llamas: “¿Profes, es verdad que ustedes son pareja?”. Nos miramos. Tragamos en seco. Pensamos que en la respuesta nos jugamos la vida, o un juego de final de campeonato perdiendo en el final del noveno. La respuesta de ambos fue al unísono: “Ah, lo que no saben los que andan diciendo eso es quién se pone arriba y quién se pone abajo”. Los alumnos se rieron. Los que regaron el chisme quedaron mal parados y nosotros seguimos amigos, una “pareja” incansable para el trabajo, una “pareja” de tomadores de ron, una “pareja” de defensora de la Isla, una “pareja” de amantes de la pelota y de las negras, una “pareja” con una  masculinidad a toda prueba y sabedores de que lo importante es que hablen, no importa qué, pero para cada cosa su respuesta, ya sea en su momento o en el tiempo.

El jugador
       en medio del terreno
              es el silencio.
Atrás el jardín
a un lado las gradas
que repiten un profundo silbido
de esperanza contra el stadium
y se deshace en rumor el sonido
de la trompeta.

Con poemas así, y es ese un fragmento, comencé a tomar en serio a José Antonio Taboada del Toro, el amigo que en la “trova” en la que me pongo el Traje del Barón, identifico como el joven que se convirtió en poeta. El es mi amigo. Es el mi hermano, y, por si fuera poco, hasta puede ser, por razones de edad y no de genitales, porque respeto mucho a su madre y a su padre, mi hijo.
 




La Guayabera   

Por Daimara Ortiz

                                                                                                                                      

La guayabera es una prenda de vestir que en el buen sentido no tiene nombre título o distinción personal para alguien. La guayabera tiene un solo nombre…Cuba. Pienso con mucho sentimiento en las primeras manos desconocida que labraron tan distinguida pieza, pienso también en  su funcionalidad confort y elegancia. Ha superado los embates del tiempo para convertirse a mi entender  en un símbolo patrio mas. No hay tribuna o vuelta al mundo donde esta firme prenda no esté. Es impresionante, romántica  en ocasiones por sus detalles bordados. Cubre con identidad por igual a políticos, Artistas y pueblo en general.                                  
No comparto la idea de que se perdió su uso pero si su decadencia en un momento de nuestra historia del vestir, donde los tejidos apropiados para su confección escasearon, fueron difíciles los años 90 y la industria o comercialización textil no quedó exenta a la crisis. Hoy muchos creadores nos proponemos recuperar este tributo. Si nos detenemos un instante partiendo del patrón base la guayabera cuenta con una laboriosidad tremenda…las bilaterales perfectas de sus alforzas o el espejismo de sus 4 bolsillos bien acoplados, los picos que simulan como peñascos o  cúspides de  olas para todos los que aquí vivimos rodeados de llanos mares y montañas es como tener a Cuba sostenida a nuestros hombros, abotonada con orgullo hasta el   pecho  o la garganta, es de mangas cortas o largas. La guayabera también es nuestra tierra, esplendida en el verdor de  campos en el azul de nuestro cielo y reluciente como el sol que ilumina; esa guayabera que guarda luto con Fe e inspira la paz  de este pueblo.                           

  Es prenda típica, tradicional en nuestras campiñas y cuenta con un alto valor estético moral; muchas veces cuestioné por que esperar a que extranjeros se galardonen ,reconozcan, consuman y den crédito a lo que tenemos ante nuestros ojos, por qué no darle también un uso popular generando algunos cambios si hasta la Biblia a sufrido transformaciones para sobrevivir. La guayabera… no me cabe la duda…es parte de nuestro patrimonio.   

Sin perder la esencia de lo que originalmente la guayabera es, muchos creadores nos proponemos nuevas versiones y diseños comerciales al alcance de todos para lucirla en damas y caballeros, jóvenes y hasta  niños ,fue un tema muy debatido en la academia donde estudié, muchos estilos y formas ya se difunden en desfiles y pasarelas para las diferentes ocasiones que de manera progresiva  circulan. Algunas producciones en nuestro territorio como proyecto de recuperación al valor son evaluados. A groso modo  específicamente en nuestro Municipio no contamos con este tipo de producción, quizás por mala difusión o falta de explicación a los Jóvenes que los sensibilice y les enseñe algo de apreciación sobre la historia del traje o el vestir.. Si tenemos mucha influencia Europea…el mercado está saturado de brillos y cascabeles y la competencia es muy fuerte. La moda es tremenda... la impone siempre alguien que muy poco la consume, detrás de la moda se mueve un mostro silente que puede hacer bien o mal…la cuestión es vender a partir del uso de alguna figura publica popular y que los sicólogos involucrados en la producción de la imagen que se quiere comercializar hagan los estudios pertinentes para saber hacia que dirección deben ir las corrientes que nos arrastra muchas veces a olvidar de que tenemos algo bello, hermoso, autentico. Algo que también merece galardones  como La guayabera. 



CRÓNICAS DEL ALMA

Por María de los A. Oya

Todos los ven andar siempre en puntas de por las calles de Nueva Gerona, lo admiran por su inteligencia a pesar de todo.
Tiene la cabeza llena de duendes y mariposas de colores. Recuerda las capitales de todos los países del mundo y a mí me gusta conversar con él. Le encanta además hablar sobre aviones, leer en alta voz para decir la onomatopeya de cuanto lee, ya sea de persona, animal o cosa, puede ser Elpidio Valdés, Palmiche o un avión a propulsión: su dicción es perfecta.
Es increíble como le gustan los espaguetis, a veces lo he imaginado absorbiendo; una punta de un kilómetro de largo, en un plato de salsa gigante, como hacen en los muñe de la TV y cuando le brindo dulces, el brillo de sus ojos podría opacar a las estrellas, si lo que le brindo no le gusta dice: –¡Veneno!, eso es veneno –entonces se va sin hacerme mucho caso.
En cierta ocasión que visitó el Museo del Aire, la guía, quizás subvalorándolo, le explicaba, casi elementalmente sobre los distintos aparatos aéreos allí existentes, cual no sería su sorpresa cuando de forma magistral con nombre, marca, año, procedencia, etc., le señaló todo lo que allí le faltaba en piezas museables, dejándola con la boca más abierta que cuando vas al dentista. El siente especial interés por el aeromodelismo, cuanta pena sentí en un momento de mi vida profesional como especialista de literatura, cuando un usuario de la biblioteca en que trabajaba me solicitó el nombre del autor de la telenovela Julito el pescador, yo había respondido siempre o casi siempre, a las necesidades de información de todo tipo de público: profesores, alumnos, periodistas, artistas u otros, pero no sabía quien era ese autor que me pedían. No habían pasado ni cinco minutos, aún no se había marchado el usuario, cuando entró caminando lentamente hacia mí, por la puerta grande de la biblioteca, haciendo piruetas con sus manos, aquel niño con treinta años que extendió sus brazos como grandes alas para abrazarme y decirme:
Te amoo! –con voz melosa de enamorado.
Tú sabes que a mi no me puedes amar –le dije– tienes que amar a una muchacha joven –se río con malicia y dijo:
Si tu eres como mi mamá.
Ese ritual amoroso sucedía cuantas veces me veía en el día.
Entonces le pregunté quien era el autor de la telenovela Julito el pescador y sin pensarlo dos veces me dijo:
Abelardo Vidal, ¿tú no lo sabes? ¡Abelardo Vidal!
El estruendo de la risa de todos los que allí estábamos, no exenta de admiración, rompió el silencio habitual y respetado de la biblioteca.
El usuario se fue satisfecho y yo quedé allí en mi buró, viéndolo caminar hacia la Sala Juvenil–Infantil, donde pasaba horas y horas leyendo y emitiendo sonidos, sin imaginarse jamás el inmenso cariño que le profeso.
A él no le interesa saber que es el AUTISMO, pero no le hace falta.

Asustado corres por Nueva Gerona
Huyendo de aquellos niños juguetones...
¡No entienden oh! Ingenuos
Que tras tu tamaño, se esconde
Un infante de tres corazones...

Buscas un refugio, que tu alma enriquece,
En la galería, la radio o la biblioteca.
Es por eso mi niño que juegan distinto,
Ellos con pistola, carros, escopetas,
Tu con tus lecturas, sonidos e instintos.


LA LEJANÍA, LA MUERTE, LA MUJER Y LAS MARIPOSAS

Por: PEDRO FARIÑAS GRONDONA

 Nada le es ajeno al hombre, absolutamente nada. Una muerte siempre conmueve, mucho más cuando esa muerte cercena la vida de un ser querido, familiar o amigo. Muchas veces la muerte se parece a la lejanía voraz de quienes deciden marcharse sin marcar jamás el regreso, inmoral manera de morirse a destiempo.

Belkis fue una muchacha que amamos mutuamente varios amigos, pero nadie se “llevó el gato al agua”. Verla retozar sobre las aguas del Río Almendares, el Malecón o las playas pineras, preferentemente El Gallego y Punta de Piedra, era un verdadero regocijo para Cabrales, Tosca y quien escribe estas líneas. Verla andar por las calles de Belascoaín o San Lázaro, allá en la Habana, o por nuestra querida 39, aquí en la Isla, era como para decirle al mundo “vale más la belleza natural” que cualquier artificio, aún cuando Belkis marcaba el paso con cierta cojera del pie izquierdo, resultado de tener una cadera más alta que la otra. Yo conocí a otra mujer así, Susana, La Gaviota de la cual habla el pintor Idilio López, pinera de nacimiento y sensual por decreto genético, aún cuando Susi, la hermosa Susi, sí entraba en el catálago de las “cojas”; pero no de alma y ser, tampoco lo era Belkis, sino de ese defectillo que para algunas era, y es, defectón, quedándose el diminutivo para esos seres sencillos y volátiles que embellecen el entorno y la esencia humana, esos seres que Donato Poveda marcó como mariposas en su canción “Saltarina” y que yo, que intento aún escribir poesía, quise señalarlas con unos versos:

Clara luz del portal
Y tú
Clara.

Claro brillo de mi flor
Y clara
En la suave estancia del rocío.


LA SIEMBRA DE UNA CANCIÓN 

Por: PEDRO FARIÑAS GRONDONA

Sobre la piel del hombre caen lluvias, polvos y “estrellas”.
Sobre el espíritu del hombre caen muchas cosas invisibles que perduran siempre y lo hacen más humano.
Recuerdo la década de los 80, primera mitad, años en los que soñar para Xiomara, Belkis, Tosca y yo, no nos costaba nada, salvo eso: soñar. Xiomara y Tosca, para mí verdaderos hermanos de adolescencia y juventud, de buenas a primeras comenzaron a tener problemas como pareja sentimental, pero no como entes artísticos y ello, quizá, demoró un tanto su partida de la Isla, única forma que por entonces veíamos como solución –tal vez ahora sería lo mismo– para su crecimiento artístico y profesional.
Eran días de discusiones, más violentas unas que otras, pero sin descuidar las esporádicas presentaciones artísticas programadas para ellos, en las cuales yo, en varias ocasiones, me insertaba como poeta. Belkis revoloteaba alrededor de mí sin encontrar nunca una respuesta valedera para un “amor eterno”. Orgías de pizzas, helados, hambergues y yogurt en la Cafetería Primavera, coronaban nuestras noches muchas veces, luego de las idas al cine Caribe, pantalla ancha donde vimos enamorados y tomados de las manos excelentes películas rusas, como la inolvidable “PIEZA INCONCLUSA PARA PIANO MECÁNICO”.
Luego de una de esas “broncas tosquianas y laurgarianas” [hicieron historia en ciertos sectores de la cultura y farándulas pineras], Tosca se nos desapareció guitarra en mano. Horas después llegó y nos convidó “guapetonamente” a irnos cerca de la Sala Teatral La Toronjita Dorada, lugar al cual acudimos disciplinadamente y con la intriga de saber qué coño quería el Negro. Guitarra en mano llegó y allí, con esa tremenda pasión que siempre ha puesto en sus cosas, nos “reventó”, literalmente hablando, con las andanadas literarias y musicales de una canción, un sucu sucu de estos tiempos, que tituló “SEMBRANDO PARA TI”, obra que ha marcado su tránsito desde entonces por cuanto escenario haya pisado, obra que llegó al mismísimo caballero de la salsa, don Gilberto Santarosa y que es el nombre propuesto por Gregorio Alberto Tosca Sánchez para una editora musical que pronto verá a la luz, gracias al tesón, el empeño, el esfuerzo, la voluntad y los dioses, en Ciudad México.
¡Gracias, Negro Tosca, por tan tremenda canción!.

SEMBRANDO PARA TI.


Aunque yo viva sembrando para ti/
tú no tienes que besarme mi raíz,/
porque yo viva del néctar de tu olor/
tú no tienes que obligarte a darme amor.

Si la marea te lleva a naufragar/
aquí estoy yo con mi vela a medio alzar,/
si la resaca te encalla en arenal/
no dudes yo te pueda desenterrar.

Aunque he vivido soñando manantial/
para regar tu sonrisa forestal,/
al menos debes hacerme sostener/
la estrella pura que da mi atardecer.

Si la marea te lleva a naufragar/
aquí estoy yo con mi vela a medio alzar,/
si la resaca te encalla en arenal/
no dudes yo te pueda desenterrar.


Aunque yo viva sembrando para ti/
tú no tienes que besarme mi raíz,/
aunque yo viva del néctar de tu olor/
tú no tienes que obligarte a darme amor.

Aquí, en esa linda casona de Nueva Gerona, la que sirvió de morada al cónsul Adolf B. Kelm, que albergó el Museo Municipal, luego antiimperialista y después sede del Centro Municipal del Libro y la Literatura, casona que destruyó Gustav en 2008, el Negro Tosca presentó varias de sus canciones de la serie Pineras, claro, en la voz inmensa y hermosa de Xiomara de la Caridad Laugart Sánchez, la Negra, alter ego de esos años, finales de los 70 e inicios de los 80, del buen amigo Alberto. Con esta nota recordamos a la hermosa Chely, a Soleida, a Carmen, a Paco Chavarría, a Monchy, a Ricardo Croes, Wilse, Serret…. ¡qué buenas mujeres y buenos hombres que anduvieron por la Isla, unos idos definitivamente del mundo de los vivos, otros por el mundo que por entonces quisimos conocer con la certeza de que algún día el regreso sería la confluencia de todos, espíritus o carnes, para cantar canciones de Tosca y Rodolfo, para aplaudir poemas de tantos y reír las ocurrencias geniales del buen Paco, neoyorkino hoy, pero pinero siempre!
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 EL CASO DE LA PUÑALADA QUE LE DIERON A JOROCÓN.

Por: Gregorio Rives.
[tomado de la Rev. Cultural Carapachibey]


A finales de la década del 40, posterior a la terminación de la Segunda Guerra Mundial, se inauguró en esta ciudad de Nueva Gerona, en la esquina que formaban las calles José Martí y Ayuntamiento (hoy Calle 39 y 30 respectivamente) un Serví centro, que actualmente funciona como tal.
En aquella época (después de marcharse las tropas norteamericanas que estaban acantonadas en esta Isla) no eran mucho los vehículos automotores que transitaban y los “camioneros” mucho menos, pues creo que se podían contar con las manos y sobraban dedos. Los habían que se dedicaban al traslado de frutas (toronjas y naranjas) en la época de zafra y otros al trasiego de mercancías que arribaban a nuestro puerto, para ser distribuidas entre los comerciantes pineros.
Entre estos camioneros había uno, con bastante malas pulgas, al que llamaremos en esta tradición “El Jorocón”.
Pues bien, este jorocón, tenía la costumbre de usar en lugar de zapatos, unas alpargatas, las que doblados sus bordes traseros hacia adentro, usaba como chancletas.
Así pues, este “gallo”, que gozaba de su fama de jorocón, le formaba una pelotera a cualquiera por cualquier cosa, aunque si bien era cierto, que hasta esa época, no se le conocían agresiones a nadie. Es decir, que su “joconería” hasta entonces, no había pasado de la palabra.
Cierto día, en plena zafra de la Toronja, otro camionero a quien llamaremos “El Segundo”, aparcó su camión en el Serví centro, para abastecerlo de gasolina y aceite.
En esos momentos llegó “Jorocón” con su camión aparcándolo detrás del camión de “Segundo” mientras esperaba que terminaran el despacho y comenzó a tocar el claxon de su carro. Su impaciencia creció, al punto de que cuando entendió que no le estaban haciendo mucho caso, se bajó del carro y hecho una furia increpó violentamente a Segundo y al despachador. Segundo que hasta ese momento todos lo conocían por hombre pacífico y tranquilo respondió violentamente a los insultos de Jorocón; éste como extrañado de la actitud de Segundo, lo miró con desprecio y sacando un cuchillo que llevaba a la cintura le dijo: “Ahora vas a saber quien soy yo”.
Pero Segundo sin amilanarse ni un instante, se echó hacia atrás y sacó rápidamente un “matavaca” como de quince pulgadas de largo y le fue hacia arriba al Jorocón, quién poniéndose más blanco que un papel, botó su cuchillo y dándole la espalda a Segundo, emprendió veloz carrera en vuelta de la Magnesia. En la arrancada, las alpargatas de Jorocón quedaron en el camino, así que este iba despavorido y descalzo en su estampida. Segundo no hizo por darle alcance y solo se limitó a recoger del suelo una de las alpargatas y se la tiró fuertemente al Jorocón, cuando este emprendió su fuga, dándole en plena espalda.
Jorocón, al sentir el golpe del alpargatazo en su espalda, levantó mayor velocidad en su carrera y dobló la esquina de la Magnesia “en un solo pie” y llegando a su casa llamó a gritos a su asustada mujer, mientras se tiraba bocabajo en la cama y le decía llorando “sácame ese puñal que traigo clavado en la espalda”.

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LA MAGIA DE UN PARIA O EL PARIA DE LA MAGIA.

Por: Pedro Fariñas G.
Fotografía: José A. Taboada & Internet

No recuerdo ahora si fue a inicios, mediados o finales de 1981, aunque el lugar sí está perfectamente claro en mi memoria –espero que en los protagonistas también–. ¿Cuántos no recordamos el viejo albergue de Cultura, allá por calle 10, cerca de Julio López Soto, el arquitecto? Frente al albergue, refugio de muchos buenos que por entonces llegaban a la Isla, habían tres enormes pinos que nos refugiaban del sol y cuyas raíces servían en ocasiones de “gradas naturales” para disfrutar un buen juego de pelota a mano. Una tarde, sentados mi hermano Alberto Tosca Sánchez y yo en unas de esas raíces, mientras Tosca arpegiaba unos acordes en su guitarra de época, o yo le decía un poema, se nos acercó “pelotita” en mano un muchacho alto y flaco en short de escuela, sin zapatos, descamisado y sonriendo. Un vecinito del barrio del cual Tosca y yo“metidos” únicamente en la trova, la poesía y la radio –mundo fascinante que descubría gracias a la difunta Milagros González– no sabíamos que practicaba la magía y tenía en su haber Premios Nacionales y todo en concursos de Magia para Niños. El Maguito, así comenzamos a llamarlo, se acercó, pidió la guitarra y le dijo al Tosca: Enseñame a tocar la guitarra. Enseñane tú, entonces a hacer magia, le respondió El Negro Tosca en acuerdo tácito. Se sucedieron los días y El Maguito, Manuel Vega Fernández, aprendía a velocidad tremenda, como de genio, mientras que el trovador no lograba ni el más mínimo truco entre sus manos largas y, por qué no, hermosas.
Nada, amigos, El Maguito se hizo con el tiempo –hasta estos tiempos– un músico fabuloso, músico que domina varios instrumentos (guitarra, piano, bajo, flauta, saxofón), compone y hasta canta con una voz pequeña, pero cálida y tierna, como cuando me cantó por vez primera, en disfrute de una tremenda borrachera y años después de haber dejado de ser niño (claro, él, porque yo desde que lo conocí soy prácticamente un puro, pero no apagado) “El gordito del barrio”, canción que hice mía, aunque está dedicada a otro gordo y no a este gordo que afirma lo siguiente: Tosca nunca aprendió magia, salvo aquella que lo ha convertido en uno de los trovadores más importantes de los 80, autor de tres canciones que, a mi modo “poco musical” de ver, o escuchar, pueden figurar en cualquier antología: “Sembrando para ti”, “Ni un ya no estás” y “Paria”, y agrego que anda perdida por ahí una “Evocación a Frank” de la cual les contaré otro día, con TRAJE DE BARÓN, algo interesante.
¿Resumen? El Mago se hizo músico y Alberto Tosca Sánchez, músico y babalao, no pudo aprender… bueno, de ese tipo de magia que aún practica El Mago.




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PLAZOS TRAICIONEROS EN MI MEMORIA.


Por: Pedro Fariñas G.
Fotografía: Dionis Rodríguez M.

En el Cerro habanero donde nací, casi en la esquina del Solar de Vega (Carmen 309 entre Ferrer y Márquez) estaba la bodega de Elio, El Chino, que me regalaba camaroncitos secos cuando mi difunta abuela María me llevaba a comprar los mandados. En la barra varios vecinos tomaban ron o cerveza y en la victrola escuchaba una voz, la de Vicentico Valdés, cantando aquello de: cada que te digo lo que siento, tú siempre me respondes de ese modo…, tío empinaba su vaso y se daba un trago largo y sabroso.
Años después, en mi adolescencia media, conocí a los hermanos Conde, hijos del Doctor Conde, todos del Cerro, pero del reparto Las Cañas, por Prensa y Santa Teresa. Hijos de clase media, conservaban una soberbia discoteca en la cual los discos de Vicentico eran un patrimonio ya para ellos invaluable, lástima que después se largaran todos para otros lares del mundo. Gracias a los Conde conocí la letra del bolero que cantaba Vicentico y que aún hoy, 40 años después, hace que mi tío Roberto se empine su trago para caer definitivamente curda.


Cada vez que te digo lo que siento
tú siempre me respondes de este modo:
Deja ver, deja ver,
si mañana puede ser lo que tú quieres.

Pero así van pasando las semanas
pasando sin lograr lo que yo quiero,
yo no sé para qué
para que qué son esos plazos traicioneros.

Traicioneros porque me condenan
y me llenan de desesperación,
yo no sé si me dices que mañana
porque otra me robó tu corazón.


Cada vez que te digo lo que siento
no sabes cuánto yo me desespero.
Si tu dios es mi dios,
para que son esos plazos traicioneros.


¿Quién me iba decir a mí que en el año 2010, gracias a una amistad recién comenzada con el hijo de Luis Marquetti, autor de Plazos Traicioneros, conocería la verdadera historia de la canción. Pablo, vital en sus 72 años, me confesó: Luis recibe la visita de un vendedor viajante y compra un juego de sala a plazos con promesas de consideraciones, etcétera… y más promesas. Una demora en el pago de los plazos acordados hace que el vendedor se presente a llevarse los muebles, pero Luis logra un nuevo plazo… ¿traicionero? Claro que el vendedor regresa tiempo después y Luis seguía sin dinero, por tanto, sin paga. Esta vez el señor viajante se puso serio y a su intento de retirar los muebles de la casa de Luis, el maestro del pueblo, no tiene más remedio que irse sin cumplir su empeño… ¿traicionero? Un buen día, Luís logra pagar la deuda completa y al poco tiempo llama a toda la familia para enseñarles una nueva obra, obra que fue, nada menos, que Plazos Traicioneros.
Así me refirió Pablo Marquetti, ron en mano, riendo con su risa de buena gente, cómo fue que se compuso esta tremenda obra, cantada en todo el mundo por disímiles voces, aunque para mí, lo digo quizás para buscarme problemas, ninguna como la de Vicentico Valdés, aquel Vicentico que escuchaba en la victrola de la Bodega del Chino Elio, que luego descubrí en los discos de los hermanos Conde, que aún sigo disfrutando en mis casettes y CD, porque el bolero es la forma más sintetizada que existe de expresar –poética y musicalmente– sentimientos de amor, desengaño, sacrificio, sufrimiento y felicidad. Creo, me dijo Pablo, que no existe nada alrededor de la vida sentimental del hombre que no esté recogido en un bolero.
Luis Marquetti, compositor y maestro, nació en Alquízar el 24 de agosto de 1901 y muere el 30 de julio de 1991, Dejó obras como Deudas, Amor que malo eres, Allí donde tú sabes y, por supuesto, Plazos Traicioneros.

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