Amaury Pérez Vidal se apareció un día de no recuerdo qué año, qué día, qué
mes, cantando “Quédate este bolero”, algo que me confirmó que esta forma de
hacer la canción tenía que ser mía sin ser yo ni cantor, ni compositor, ni
ejecutante de ningún instrumento musical. Vicéntico Valdés, por entonces, a
cada rato se aparecía con aquello de…”conversación en tiempo de bolero”…y me
recordada –no sé por qué extraña asociación- aquellas tardes de sábado en las
cuales mi tío Roberto armaba se sillón de limpiabotas en los portales de La
Bodega de El Chino (Carmen esquina a Ferrer) y me llevaba. Entonces escuchaba
al Benny, Faz, Vallejo, Blanca Rosa, en un “concierto” increíble en discos de
vinillo que la victrola del lugar permitía “dirigir” con apenas unos centavos.
Después crecí, llegaron Los Beatles, Led Zepelin y compañía. Tuve la suerte, en
mi querido Cerro habanero, de conocer a un grupo de muchachos de otro barrio,
reparto Las Cañas, y que ellos tuvieran un “amigo mayor”, Bertico, el marinero,
que sobre los 70 traía discos de Serrat y Cortés, ¡y muchos de aquellos discos
que antes mi tío Roberto me hacía escuchar en la bodega del barrio! ¡Qué suerte
conocer a Noelito, Felipón, al Chivo Casanova, a Ciro!...!Qué suerte que por
allí anduvieran también Mandy, Juanito “Frank” la muerte”, Tosca…nuevatróvicos
por excelencia! Así se fue conformando mi gusto musical, gusto que incluyó
muchas obras sinfónicas tocadas en el Amadeo Roldán –antes de quemarlo-,
acompañado de Rolando Prats, sudados y sucios en tardes dominicales de baloncesto
en la Ciudad Deportiva. La Radio, con mayúscula, Radio Caribe, en la Isla, a la
cual dediqué casi 25 años de mi vida, me permitió hurgar en archivos de cintas
viejas, de discos llenos de polvo, causantes de una alergia actual, en los
cuales encontré cosas maravillosas de la música cubana. Hacer programas,
escribirlos y dirigirlos, me llevó a sistematizar, autodidácticamente, el
estudio de la música cubana, y, claro, el buen bolero.
CARIDAD SOTO |
¿Boleros favoritos? ¡Por Dios, cuántos! ¿Querer componer un buen bolero
para decir a mi negra amada –permiso, Amaury-: quédate este bolero? ¡Infinidad
de veces! De todos, quizás, fragmentados, crearía uno así:
Cada vez que te digo lo que siento
-los aretes que le faltan a la luna-
mujer, si puedes tú con Dios hablar
pregúntale por las cuatros esquinas
qué hablan de los dos,
tú siempre me respondes de este
modo:
la deuda que tienes que pagar.
Corazón, no llores, qué le vamos a
hacer,
aunque tú me has echado en el
abandono
vas en busca de un fracaso.
Si me pudieras querer
como te estoy queriendo yo
EN PLENO BOXLERIANDO |
para qué son esos plazos
traicioneros.
Cary, Tony, Arcaya, boleristas de ley, con una selección adecuada de los DJ
Geño y Adonis, me devuelven en el Patio de la Uneac, dos veces al meses, esos
boleros preferidos que, por suerte,
cantan mis hijos, y mi negra de 26 años de matrimonio, años de luz y de
pesares,
se sabe de memorias. A ella, cálida –a veces- tempestuosa otras, le quiero
decir ahora: quédate este bolero.