De tanto saborear el jugo, comer ricos cascos con queso, verla en los campos y en placitas y utilizada hasta para “calentar” el brazo, nunca imaginamos los pineros que prácticamente desaparecería de nuestra tierra, ella, vetusta como la propia identidad pinera.
Unos dicen que debido a ciertas plagas; otros señalan que por un mal manejo y explotación excesiva. Lo cierto es que ella, por mucho tiempo dama de estas tierras insulares, se ha vestido de fugitiva en un camino y se nos hace difícil alcanzarla, aunque, en ocasiones, la vemos en manos de vendedores ambulantes.
Carlos González Valerino, Carlitos el del cine, nos la ha devuelto en bandeja de celuloide, como la rica suprema que se ofertaba en tiempos idos en varios restaurantes de Nueva Gerona, para que muchos recordáramos los años del cien por uno, de las zafras millonarias, del puerto con los barcos entrando y llevando nuestro insigne producto a una Europa hermana, la misma que se desgranó después…quizás como nuestros campos de toronja.
¿Nostalgia? Puede ser. ¿Necesidad? Tal vez. Lo cierto, y real, es que Carlitos supo aprovechar viejas imágenes de la Isla, prácticamente toda la Isla, para entregarnos un producto que huele a frescura aún en la nostalgia, ¿o la necesidad?. Flor de azahares embellecidas por el gris del tiempo, rostros jóvenes –los nuestros- en pantalla. Pineridad subyacente, en definitiva, en esta ODA A LA TORONA, que, a mi modo de ver, es una inmensa ODA a la Isla nuestra y a nuestros años entregados a la tierra.
Gracias.