Junio, sexto mes del año, entre otras muchas cosas, marcó una huella triste en la cultura pinera: Milagros Pinos Fu murió después de una enfermedad que le puso límite a su capacidad siempre creadora, su ilimitada fuerza para trabajar en disímiles proyectos artísticos, comunitarios y , sobre todo, humanos.
En los últimos tiempos anduvo al lado de Arnold Dixon, el eterno Sony, enfrascados en un proyecto de rescate de las tradiciones caribeñas en la Isla. Pero Mili era amante del bolero, de las canturías infantiles, amiga de Ada Elba -otra “viva” que reposa-, presidía la Fundación Nicolás Guillén, impartía clases en la Escuela Vocacional de Arte…y presta andaba a cumplir cualquier invitación o reto.
¡Cuánta entrega en mujer de apariencia frágil, de sonrisa difícil de encontrar, pero plena cuando se descubría! Una vez nos distanciamos, así es el mundo, pero, como de la nada, nos volvimos a acercar como si lo pasado fuera eso: cosa del pasado y no de este hoy en el cual debemos hacerlo todo para un mañana…
Me enteré de su muerte una hora después de su entrada al camposanto. Era el Día de los Padres y caminaba yo por las calles de Nueva Gerona con mi esposa, buscando una botella de ron para tomarla en casa. Pepe, el Presidente de la UNEAC, me comunicó la ida de Milagros. Me dolió perderla era joven aún, pues nació el 13 de marzo de 1962. Tenía, antes de enfermar, muchos planes por hacer. Así es la vida. En casa, junto a mi esposa y mis hijos, nos tomamos la botella de ron. Después llegó otra como por arte de magia. Quizás ellos, junto a mí, también brindaban por Milagros.
