[Palabras del Catálogo, escrito por Freddy David Rodríguez]
La inconmensurablemente efímera
realidad sugerida por el título de la primera muestra personal de la joven
hacedora Amanda Purón Delgado, estructura a la vez que reconstruye la sólida
materialidad de su propuesta, en un contrastante juego de abalorios semánticos y
representacionales. Constituye el suyo uno de esos raros casos de precocidad,
donde oficio y concepto se equilibran de modo coherente, dotando a las piezas
de un diáfano pero no presuntuoso discurso. Amanda en lugar de manipular el
barro, lo sublima, lo seduce, lo encanta. Ninguna de sus cerámicas escultóricas
ha sido pensada como un frío ejercicio académico, sino que resultan fragmentos
de una caótica y precaria existencia. ¿Y de qué otra forma podría ser,
tratándose de una Isla como la nuestra a mitad de camino entre el olvido y la
utopía? La propuesta de Amanda, aún en pleno proceso de maduración y visitada
en ocasiones por el fantasma del brillo y la apariencia, ya ha merecido la
consideración de público y crítica, en tanto consigue externar la belleza de un
escenario que escapa radicalmente a nuestro control, y donde la voluptuosidad,
la indigencia, el placer y el absurdo han signado la conciencia colectiva de
más de una generación. Quizás sin percatarse, la joven artista nos conmina a
mirar el arte hasta pulverizarnos los ojos, lo cual implica, sobre todo,
inventarnos una nueva mirada.