Por: Julio C. Sánchez
Guerra
“Cuentan que un
viajero llegó un día a Caracas al anochecer, y sin sacudirse el polvo del
camino, no preguntó dónde se comía ni se dormía, sino cómo se iba adonde estaba
la estatua de Bolívar”…
El viajero era José
Martí, quien comenzó sus días por Venezuela rindiendo honores a Bolívar, al
mismo que llamaría, “hombre solar”.
Bolívar y Martí son de la estirpe de hombres antorchas, y su luz soporta la
distancia de los siglos.
Ellos fueron
libertadores y comprendieron como pocos en su tiempo, el peligro mayor de
Nuestra América: La voracidad del gigante de siete leguas plagando de miserias a nuestros pueblos en
nombre de la libertad.
Los imperios que hoy
intentan dominar al mundo no quieren que los pueblos tengan héroes, mártires,
memoria histórica, como si cada lucha comenzara en nuestro tiempo desarraigada
del pasado. Nos prefieren pueblos desnutridos de cultura y de respeto a la
sangre que otros dieron por nuestra propia sangre.
Pero siempre hay hombres
con decoro que llevan en sí el decoro de muchos hombres: Antonio, Gerardo,
Ramón, Fernando y René son testimonio vivo del heroísmo. Héroes que
defienden las murallas de la ciudad sitiada. Héroes con sueños y familias. Héroes tras las rejas para que tú
puedas respirar la libertad.
Ellos pudieron decir,
de Cuba somos hijos y a ella nos debemos, pero prefieren la bandera: ¡De la
humanidad somos hijos y a ella nos debemos!
Hay que rescatar la
verdad: Nuestros Cinco Héroes, como los Tres Héroes de la Edad de Oro,
entregaron la felicidad personal al servicio de las demás.
El gran poeta galés,
Dylan Thomas, en versos desgarrados nos legó un mandato ético: “Rebélate,
Rebélate contra la muerte de la luz”. En cada héroe, hay un rebelde de la luz.
Pareciera que Martí
les habló a nuestros Cinco compañeros en aquella página memorable: “Ésos son
héroes, los que pelean por hacer a los pueblos libres, o los que padecen en
pobreza y desgracia por defender una gran verdad”·.
Puede que alguna vez
un joven norteamericano escriba una historia que comience así: Cuentan que un
viajero llegó un día a mi país para
pelear por los otros…Entonces, no harán falta las estatuas porque la dignidad
será una hoguera en el alma de los pueblos.